Por José Ruiz Mercado
Tomás Espinoza y Oscar Villegas, en efecto, no se han estudiado, más, pregunto, ¿el teatro mexicano ha sido motivo de estudio? Pocos textos, menos libros, han entrado en la temática del análisis.
Lo irónico acontece cuando leemos crítica, los análisis certeros, de los estudiosos extranjeros del hecho teatral mexicano. La ironía, porque si recordamos la máxima Pame de Quién desconoce su historia es extranjero, entonces, o en México no hay críticos, o los mexicanos en México son extranjeros.
Oscar Villegas reconoció un estudio a su obra de George Woodyard, de la Universidad de Kansas, una fortuna haber llegado al escritorio de este personaje del teatro, una fortuna que pocos han tenido la dicha de ver coronado el trabajo con un análisis a la obra personal.
La trascendencia de un autor y su obra radica exactamente en esto, el mejor reconocimiento posible y, a su vez, la muerte llega con el silencio. No es el aplauso amigo, sino el bisturí a la orden para enterar al otro que es el público, la grandeza de un trabajo creativo.
Llegó el momento para Oscar Villegas. Los aplausos, los reconocimientos. Eso lo llevó a tener una posición en el difícil mundo de la cultura nacional. Pero, no a todo el mundo le gustó eso. Junto con los aplausos vino un silencio de la crítica, a pesar de que su obra fue, y continúa en algunos círculos puesta en escena.
Conoció y reconoció el trabajo de los grandes pensadores de México. Cuando le preguntan de los autores lectores de su obra, menciona a Rosario Castellanos, Juan José Arreola, Luisa Josefina Hernández y Emilio Carballido.
Luego mencionó en una entrevista la participación de Salvador Novo: Siempre lo admiré y me sigue pareciendo que es el único y verdadero intelectual de México. Estoy infinitamente agradecido con él por el tiempo que me dedicó; por sus libros, por sus atenciones, porque siempre que fui a verlo me recibió muy bien. Los homenajes que le hacían yo los disfrutaba mucho, como cuando le pusieron su nombre a su calle.
Me imagino a Villegas en el taller Mester de Juan José Arreola. Me lo imagino observando como pasa La Paz de la Buena Gente, y con sus collares, diseñados por él, mirar el transitar del mundo.
Me lo imagino retirándose el pelo de la cara para mencionar las sesiones con Novo, hacerlas propias, decir admirado: (A Novo) Le parecía que era yo el joven terrible que parecía bailarín.
Vemos, leemos sus obras, llenas de acciones. Llenas de personajes que bien puede hacer dos o tres actores en un juego visual. Lenguaje directo, sin adornos, circunstancias casi oníricas.
Por algo, su obra dejó huella.
Dramaturgo, escritor, director, actor y docente.
Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Autor de numerosos libros de poesía, teatro, narrativa y ensayo.
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