Por José Ruiz Mercado
Cuando se tiene la costumbre de conservar artículos se puede revisar que tanto avanzamos en esto de los públicos, además de ubicar las acciones, los programas, los actuantes, así, en un análisis observar los posibles avances.
Ahora leo una nota de Patricia Vega escrita con motivo de la inauguración de LA Casa de Teatro A. C. Personalidades como Arnold Belkin, Alfonso de María y Campos, Luis de Tavira, José de Santiago, Julieta Egurrola, José Ramón Enríquez, María Estela Franco, Vicente Gandia, Vicente Leñero, Ramiro Osorio, Gabriel Pascal, Víctor Hugo Rascón Banda, Guillermo Zermeño, fueron los partícipes.
Cerca estaba la memoria del sismo del 85, la necesidad de organizarse de la comunidad artística fue grande. Se hubiera dicho, el cómo un sismo era el motivo para lograr la unidad. Fueron tiempos de cuestionamientos no ocurridos años después del otro 19 de septiembre.
En esa nota de 1988 se dijo, se pronunció la comunidad. Víctor Hugo Rascón Banda declaró: La responsabilidad del Estado frente a la cultura es agrio tema de discusión en nuestros días (…) Se antoja insensato admitir o proponer la renuncia del Estado a su acometida participación en la cultura.
Líneas adelante, Víctor Hugo asentaba: El que se apoye o no se apoye, entre miles a Fulano o a Mengano, el que se le beque o se le rechace, el que se atienda a un grupo o se le desatienda a otro, está muy lejos de constituir el verdadero meollo del asunto.
Viene la pregunta ¿De qué sirve una beca sin público? Entonces, la intervención del Estado debiera ser en la generación de programas educativos dirigidos a esto. Jamás a regalar el trabajo.
La gratuidad, tanto por la ausencia de pecunia como por el facilismo, denigra la actividad artística. Los talleres escolares, los de fin de semana tienen una función específica, jamás sus egresados son, por ese simple hecho, artistas.
Para llegar a serlo se requiere tener una obra trascendente ¿Cuántos hemos visto desfilar como futuros prospectos para enseguida no volverlos a ver jamás? Esto no es exclusivo del teatro, sucede en todas las áreas.
Los grandes fallos en las políticas públicas están aquí. Las escuelas superiores de arte tienen este talón de Aquiles, con mucha mayor razón los talleres. Promoción y difusión son herramientas básicas.
Y sí, Víctor Hugo tenía mucha razón al decir de las becas y su entrega estaban lejos de constituir el verdadero meollo del asunto. El conflicto se encuentra en vivir del trabajo.
Una educación fundamentada en el idealismo filosófico niega el concepto de “trabajador de la cultura” Confunde el concepto de “trabajador con proletario” Quien trabaja es trabajador, incluyendo el gran burgués. Para nada es gratuito el hablar de “trabajar el capital”
En la economía clásica se habla de proletario como aquel quien sólo tiene su fuerza de trabajo ¿Qué sucede entonces con quien repite esquemas? El arte es un romper continuo. Un estilo característico. Una lectura de la realidad, por lo tanto, un acto intelectual.
¿Y en todo esto como funciona el público? La pregunta arremete con mayor fuerza cuando nos vemos como público, nuestra lectura de lo cotidiano ¿Nuestra lectura se encuentra en el enciclopedismo o nos vamos por lo vanguardista?
Cuando se tiene la costumbre de conservar artículos se puede revisar que tanto avanzamos en esto de los públicos, además de ubicar las acciones, los programas, los actuantes, así, en un análisis observar los posibles avances.
Ahora leo una nota de Patricia Vega escrita con motivo de la inauguración de LA Casa de Teatro A. C. Personalidades como Arnold Belkin, Alfonso de María y Campos, Luis de Tavira, José de Santiago, Julieta Egurrola, José Ramón Enríquez, María Estela Franco, Vicente Gandia, Vicente Leñero, Ramiro Osorio, Gabriel Pascal, Víctor Hugo Rascón Banda, Guillermo Zermeño, fueron los partícipes.
Cerca estaba la memoria del sismo del 85, la necesidad de organizarse de la comunidad artística fue grande. Se hubiera dicho, el cómo un sismo era el motivo para lograr la unidad. Fueron tiempos de cuestionamientos no ocurridos años después del otro 19 de septiembre.
En esa nota de 1988 se dijo, se pronunció la comunidad. Víctor Hugo Rascón Banda declaró: La responsabilidad del Estado frente a la cultura es agrio tema de discusión en nuestros días (…) Se antoja insensato admitir o proponer la renuncia del Estado a su acometida participación en la cultura.
Líneas adelante, Víctor Hugo asentaba: El que se apoye o no se apoye, entre miles a Fulano o a Mengano, el que se le beque o se le rechace, el que se atienda a un grupo o se le desatienda a otro, está muy lejos de constituir el verdadero meollo del asunto.
Viene la pregunta ¿De qué sirve una beca sin público? Entonces, la intervención del Estado debiera ser en la generación de programas educativos dirigidos a esto. Jamás a regalar el trabajo.
La gratuidad, tanto por la ausencia de pecunia como por el facilismo, denigra la actividad artística. Los talleres escolares, los de fin de semana tienen una función específica, jamás sus egresados son, por ese simple hecho, artistas.
Para llegar a serlo se requiere tener una obra trascendente ¿Cuántos hemos visto desfilar como futuros prospectos para enseguida no volverlos a ver jamás? Esto no es exclusivo del teatro, sucede en todas las áreas.
Los grandes fallos en las políticas públicas están aquí. Las escuelas superiores de arte tienen este talón de Aquiles, con mucha mayor razón los talleres. Promoción y difusión son herramientas básicas.
Y sí, Víctor Hugo tenía mucha razón al decir de las becas y su entrega estaban lejos de constituir el verdadero meollo del asunto. El conflicto se encuentra en vivir del trabajo.
Una educación fundamentada en el idealismo filosófico niega el concepto de “trabajador de la cultura” Confunde el concepto de “trabajador con proletario” Quien trabaja es trabajador, incluyendo el gran burgués. Para nada es gratuito el hablar de “trabajar el capital”
En la economía clásica se habla de proletario como aquel quien sólo tiene su fuerza de trabajo ¿Qué sucede entonces con quien repite esquemas? El arte es un romper continuo. Un estilo característico. Una lectura de la realidad, por lo tanto, un acto intelectual.
¿Y en todo esto como funciona el público? La pregunta arremete con mayor fuerza cuando nos vemos como público, nuestra lectura de lo cotidiano ¿Nuestra lectura se encuentra en el enciclopedismo o nos vamos por lo vanguardista?
Dramaturgo, escritor, director, actor y docente.
Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Autor de numerosos libros de poesía, teatro, narrativa y ensayo.
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