Por José Ruiz Mercado
La vida ofrece sorpresas. Novela con múltiples personajes. El condominio cotidiano. En ocasiones desconocidos por siempre. Sociedad de pocos habitado por muchos.
Luego nos topamos con la ironía. Hubo una vez tres personajes con la capacidad de decidir. El triangulo en la dramaturgia mexicana. Entre los tres dieron la clave para los siguientes. Los siguientes, quienes más de una vez estuvieron en los talleres de ese triangulo sin decirles, porque se odiaban.
Fueron los dioses celosos del misticismo náhuatl, los grandes del escenario, los dueños de la historia, los hacedores de la nueva dramaturgia, los vecinos distantes con la voz en pleno. Los padres de más de cuatro.
Lo anecdótico radica en esa estructura triangular del teatro mexicano. Primero fueron Rodolfo Usigli, Fernando Wagner y Seki Sano; hacen a un lado a Allan Lewis cuando es expulsado de México, el único teórico del teatro; los cobija la UNAM. En ocasiones me pregunto acerca de su estancia, de sus enseñanzas, de la posibilidad de haber tenido otra historia de haber continuado.
El triángulo siguiente: Emilio Carballido, Vicente Leñero, Hugo Argüelles con sus talleres, sus discípulos. Cada uno a su manera cobijó a sus seguidores. De los tres, quien más cercano estuvo en la difusión y promoción del teatro fue, sin duda, Carballido.
Interesante la historia de la dramaturgia mexicana. Llena de anécdotas y personajes, de obras, de hallazgos. Carente de estudios estilísticos. Por lo cual nos topamos con obras que se repiten acorde a las necesidades del momento.
Tenemos obras. Por lo mismo tenemos autores ¿Dónde se encuentra la falla? ¿Acaso en la ausencia de analistas? En parte. Porque el conflicto inicia en los directores de escena de la copia fotostática.
Continuamos con la secuela mediática. La obra repetida hasta el cansancio. La obra, el autor sin saber de los montajes. El teatro los requiere. Pero no en cantidad. Requiere de inteligencia en las propuestas.
Cada vez que fallece un personaje pareciera un alto (para siempre) en el camino. Más aún cuando los estudios de estilo no lo han acompañado. Pareciera una urgencia en aparecer como creativo sin teoría.
Este divorcio entre teoría y práctica en el arte (no es exclusivo del teatro) aunado de la especialización excesiva en la educación han logrado crear un vacío, a la vez que una falla en el seguimiento. Pareciera la generación espontánea.
La relación entre una trilogía y otra aparenta una discontinuidad. Y los autores únicos sin mayor referencia entre sí. Sin embargo los segundos fueron discípulos de los primeros, y estos a su vez tienen un antecedente.
Aún así, la falla es aún más pesada. La falla metodológica radica en la ausencia de una historia de la cultura, de reconocer al otro. Ese individualismo, el cual avala la normatividad de pensar unidireccionalmente y jamás en consecuencia.
Revisar a los posteriores a ellos requiere de un análisis; el cual debería iniciar por ver los antecedentes. En algún momento Usigli propuso estudiar a Juan Ruiz de Alarcón para entender el teatro mexicano.
A estas alturas del Siglo XXI seguirá la misma premisa o será necesario ver otras raíces. Lo mediático de las redes sociales, los sitios de Internet en donde la información está. A estas alturas del Siglo XXI el cuestionamiento debiera ser acerca del método ¿Será?
Dramaturgo, escritor, director, actor y docente.
Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Autor de numerosos libros de poesía, teatro, narrativa y ensayo.
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