Por José Ruiz Mercado
Alguna vez escuché decir aquello de el cómo cada generación se identifica con una peculiar manera de pensar. De autores y obras está lleno el camino, pero sólo alguno, sólo alguna provoca ese sabor a historia.
Se antoja una etapa sartriana; desde la edición de la novela marca de los momentos álgidos de la guerra fría: La Nausea, en 1938, con esa visión del mundo igual a ese instante.
Se antoja ver a Simone de Beauvoir interpretando la obra única, así literal, única (no volvió a escribir otra) de Pablo Picasso: El Deseo Atrapado por la Cola.
Se antoja ver a la pareja en los pasillos de la Universidad, o en los cafés discutiendo la problemática de la existencia, o en las líneas de la resistencia como digna personaje de El Muro.
Se antoja ver a Jean Paúl Sartre disertando acerca del humanismo marxista, del discurso filosófico en el teatro. Verlo en alguna butaca revisar los montajes de sus obras.
Se antoja ver, escuchar el discurso del anarquismo en la visión de Hugo, el joven intelectual, redactor de uno de los periódicos de la resistencia en Las Manos Sucias (Les mains sales) editada por vez primera en Gallimard el año de 1947, luego en Losada, la editorial de Buenos Aires un año después; estrenada el 2 de abril de 1948 bajo la dirección de Simone Berriau.
Las Manos Sucias es un discurso tan actual, tan pleno en las etapas de cambio, como lleno de interrogantes. Es el individuo y su dignidad, o, el partido y la socialización.
Hugo, el personaje, se enfrenta a un grupo que molesta su conocimiento, su reflexión, su actuar. Un grupo cuyo único valor es el actuar sin reflexionar. Grupo a quien no le interesa pensar pero forma parte de él. Personaje tan actual, tan en periodos de crisis.
Y sí, obra y autor representan a una generación. Una generación responde a una peculiaridad histórica. Se caracteriza por las personas (en el sentido teatral del concepto: personæ, es decir, individuos con un sentir a lo colectivo) que la conforman; al contrario de gente, la colectividad amorfa.
Entender esta diferencia nos permite entender el conflicto del arte. La sociedad con una visión generacional tiene su significancia por su entender al interior de sí. La segunda jamás llega a conformarse a sí misma. A lo sumo se convierte en objeto de consumo: La cosificación.
Y sí, este 15 de abril es el aniversario luctuoso de Jean Paúl Sartre. El pensador de una generación. El autor cuya obra cuestionó, molestó a muchos, tanto que, cuando en 1964 le fue otorgado el Premio Nobel, lo rechazó.
Pero no fue sólo este acto. Fue su participación en el mayo francés, su revisión al marxismo ortodoxo, su discurso teatral, su visión libertaria de las instituciones sociales.
Funda una de las revistas más interesantes del Siglo XX: Les Temps Modernes, una de las publicaciones más influyentes de la cultura. Autor de un número considerable de obras teatrales, textos teóricos con una visión personalísima del teatro; reconocido por sus aportaciones filosóficas (EL SER Y LA NADA), pero sobre todo su legado al mundo a partir de un pensamiento firme, decidido.
Alguna vez escuché decir aquello de el cómo cada generación se identifica con una peculiar manera de pensar. De autores y obras está lleno el camino, pero sólo alguno, sólo alguna provoca ese sabor a historia.
Se antoja una etapa sartriana; desde la edición de la novela marca de los momentos álgidos de la guerra fría: La Nausea, en 1938, con esa visión del mundo igual a ese instante.
Se antoja ver a Simone de Beauvoir interpretando la obra única, así literal, única (no volvió a escribir otra) de Pablo Picasso: El Deseo Atrapado por la Cola.
Se antoja ver a la pareja en los pasillos de la Universidad, o en los cafés discutiendo la problemática de la existencia, o en las líneas de la resistencia como digna personaje de El Muro.
Se antoja ver a Jean Paúl Sartre disertando acerca del humanismo marxista, del discurso filosófico en el teatro. Verlo en alguna butaca revisar los montajes de sus obras.
Se antoja ver, escuchar el discurso del anarquismo en la visión de Hugo, el joven intelectual, redactor de uno de los periódicos de la resistencia en Las Manos Sucias (Les mains sales) editada por vez primera en Gallimard el año de 1947, luego en Losada, la editorial de Buenos Aires un año después; estrenada el 2 de abril de 1948 bajo la dirección de Simone Berriau.
Las Manos Sucias es un discurso tan actual, tan pleno en las etapas de cambio, como lleno de interrogantes. Es el individuo y su dignidad, o, el partido y la socialización.
Hugo, el personaje, se enfrenta a un grupo que molesta su conocimiento, su reflexión, su actuar. Un grupo cuyo único valor es el actuar sin reflexionar. Grupo a quien no le interesa pensar pero forma parte de él. Personaje tan actual, tan en periodos de crisis.
Y sí, obra y autor representan a una generación. Una generación responde a una peculiaridad histórica. Se caracteriza por las personas (en el sentido teatral del concepto: personæ, es decir, individuos con un sentir a lo colectivo) que la conforman; al contrario de gente, la colectividad amorfa.
Entender esta diferencia nos permite entender el conflicto del arte. La sociedad con una visión generacional tiene su significancia por su entender al interior de sí. La segunda jamás llega a conformarse a sí misma. A lo sumo se convierte en objeto de consumo: La cosificación.
Y sí, este 15 de abril es el aniversario luctuoso de Jean Paúl Sartre. El pensador de una generación. El autor cuya obra cuestionó, molestó a muchos, tanto que, cuando en 1964 le fue otorgado el Premio Nobel, lo rechazó.
Pero no fue sólo este acto. Fue su participación en el mayo francés, su revisión al marxismo ortodoxo, su discurso teatral, su visión libertaria de las instituciones sociales.
Funda una de las revistas más interesantes del Siglo XX: Les Temps Modernes, una de las publicaciones más influyentes de la cultura. Autor de un número considerable de obras teatrales, textos teóricos con una visión personalísima del teatro; reconocido por sus aportaciones filosóficas (EL SER Y LA NADA), pero sobre todo su legado al mundo a partir de un pensamiento firme, decidido.
Dramaturgo, escritor, director, actor y docente.
Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Autor de numerosos libros de poesía, teatro, narrativa y ensayo.
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