Recibo una carta hace unos días. Una carta sentida. Fuerte. Es la confesión de un hombre con ganas de vivir. Da las gracias a todos los que, de una u otra forma lo han acompañado en este viaje de vida.
Es Tomás Urtusastegui, dramaturgo, autor de muchos libros, de proyectos, como aquella recopilación de la SOGEM en el año 2000 de los autores de México en un CD.
Es Tomás con una carta emotiva, la cual inicia con un Tengo Cáncer. Y ahí describe los momentos, los personajes con quienes ha convivido a lo largo de su vida en el teatro.
No sé si cuando usted lea esta nota continúe con vida. Por eso, antes, quiero compartir, con todo respeto, un texto de Tomás, el prólogo a un libro para niños.
Con cuerda y madera
Lo primero que me vino a la mente al solicitarme el autor que escriba unas líneas sobre la edición de su obra de teatro para niños, es constatar la triste realidad de lo poco que se escribe para ellos. Las causas son múltiples, la primera, y para mí la más importante, es que se piensa que el teatro infantil es un género menor, que lo escriben solamente los que no pueden con el otro, el verdadero, el escrito para gente adulta, gente pensante. ¿Acaso los grandes escritores como Molière, Shakespeare, Miller, Ibsen y demás escribieron para los escuincles? Claro que no, responden ellos. Continúan preguntando o afirmando: ¿Dime al menos el nombre de un autor que se haya vuelto famoso por escribir teatro para mocosos? ¿Verdad que no hay ninguno?
Lo mismo piensan las instituciones culturales del país, tan es así que cuando premian textos de dramaturgia la diferencia en el monto del premio varía considerablemente al ser para adultos o niños. Los ganadores de los segundos reciben la mitad de lo que ganan los primeros. Igual sucede con las puestas en escena. Y en las premiaciones es lo mismo, todo para los adultos, nada o casi nada para los infantiles.
Con esta realidad qué autor se va a poner a escribir teatro para niños. Y menos en nuestro país donde se afirma que el único teatro que gana dinero en ese género es el que se hace a base de las adaptaciones cinematográficas de cuentos famosos llevadas a cabo por Disney y demás. Si quieres ganar dinero, te dicen, pon Cenicientas, Pinochos, Blanca Nieves, Princesitas y otros del estilo. No se te ocurra poner teatro escrito por autores mexicanos. Con ese dinero ya podrás montar una buena obra de teatro, para adultos, por supuesto.
Por esto me alegra, además de asombrarme, que Alejandro Ostoa incursione en este género tan despreciado. Él sí está consciente de la importancia de escribir para los futuros autores, directores, espectadores y directivos de la cultura. Él se ha preguntado si no se darán cuenta de que sin cultura teatral adquirida en la niñez no puede haber ni buenas puestas, ni público, ni teatro.
Alejandro ya me había sorprendido muchas veces antes, una de ellas por decidir dejar la capital y los múltiples conocidos para irse a vivir a Toluca. Su decisión fue magnífica, ahora es un gran promotor de la cultura en el Estado de México.
Pero vayamos a la obra Con cuerda y madera. Es una obra escrita para niños que piensan, que deciden, que están enterados. Ostoa sí los toma en cuenta, tan es así que empieza su texto hablando de una huelga de los electricistas en nuestro país. ¿Qué carajos puede importarle una huelga de electricistas a los enanos?, se preguntarán varios. Y sí les importa, y les importa mucho, ya que va a interferir con sus actividades diarias tanto en su hogar, en la escuela, como en la calle. Sin luz no hay tele, ni horno microondas, ni luz para hacer la tarea de noche, ni luz para ir al cine, ni funciona casi nada. Al no haber luz tienen que recurrir a las pilas para sus juguetes, sus radios, sus computadoras. Estas se vuelven indispensables.
Los niños actuales sólo disfrutan lo electrónico, otro tipo de juguetes no les interesan. Pueden pasarse el día entero viendo su pequeña pantalla y moviendo el dedo gordo. Los adultos nos preocupamos mucho por esto. Ya no hacen ejercicio, ya no les da sol, ya no se interesan en otra cosa. ¿Qué hacer? Y nada se nos ocurre. A Alejandro sí. Le propone a los niños cambiar los juegos electrónicos, al menos un tiempo durante el día, para que disfruten otros juguetes como son el trompo, el yoyo, el balero, las canicas, los coches de madera, los globos, las pelotas. A varios de ellos los convierte en personajes, igual hace con las pilas.
Es posible que los que vean la obra o la lean no se den cuenta que Ostoa evita cualquier juguete que represente armas como pueden ser pistolas, rifles, cañones, cuchillos, puñales, espadas y todas las armas galácticas. Sé que lo hizo a propósito. Y no puede ser de otra forma después de enterarnos de las matanzas de niños en las escuelas de los Estados Unidos y las de miles de personas en nuestro país. Ya bastantes armas vemos en el cine, en la tele y en todos los medios. Le doy las gracias por ello.
Alejandro evita igualmente caer en el lugar común de muchas de las puestas que vemos en el teatro como son las princesas, los ogros, los castillos, las hadas, las brujas. Él los sitúa en su realidad cotidiana.
También le agradezco que su obra me haya divertido, que me produzca el deseo de verla ya puesta en el teatro para escuchar su música, ver los bailes y sobre todo saber quién va a ganar, si los juguetes o las pilas que representan todo lo electrónico. Saber cuál de los dos nos daña más ecológicamente. Alejandro, te pido me invites al estreno, me muero de ganas de ver Con cuerda y madera.
Tomás Urtusástegui
Diciembre 2012
Dramaturgo, escritor, director, actor y docente.
Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Autor de numerosos libros de poesía, teatro, narrativa y ensayo.
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