Por José Ruiz Mercado
Acabo de abrir un archivo histórico: El libro de primaria de primer grado de 1966. Nada de los libros actuales. Lecturas de los poetas latinoamericanos, con enseñanzas de convivencia, lecciones de civismo e historia.
A los niños se les invitaba a cooperar, a generar una estructura de vida. Una educación completa, plena de valores. De seguimiento a la lectura. Y podemos leerlo gracias a las nuevas herramientas. Ese libro de primaria, con asesores como José Gorostiza.
Las herramientas del ciber espacio son de bastante utilidad cuando se saben usar. Son eso, herramientas de trabajo, como un taladro o un martillo. Si no se saben manejar pueden ser peligrosas.
Los grandes del arte tienen un alto conocimiento, además de sentido cooperativo. La escuela de antaño enseñaba a esto. La degradación vino a partir del facilismo, de la alta demanda, del pragmatismo economicista el cual favorece a la cantidad antes que a la calidad educativa.
Los montajes prefabricados benefician a la taquilla, pero, van en perjuicio del arte. Ni siquiera llevan a lo conocido como la “obra bien hecha” En el teatro nulifica la creación de un movimiento y sus posibles aportaciones.
Este tipo de montajes permiten a un sector de la población informado, ideologizado, con necesidad de status social, de pasatiempo, con un gusto refinado a consumir una mercancía cara.
Para nada es gratuito ver la publicidad ofertando: “Como en…” Y luego la ciudad de referencia. Siempre con actores/ actrices de renombre en el cine o la televisión. La oferta local para los trabajadores de la escena radica en formar parte del elenco secundario, la mayoría de las veces, superando la actuación de los “súper stars”.
Volvemos. La sociedad actual vive un proceso dialéctico; por una parte el pragmatismo ideológico del tecnicismo como panacea, el inmediatismo, lo que es noticia hoy mañana no tendrá valor. Nos olvidamos del hoy como consecuencia del ayer para mañana.
Ese proceso dialéctico trae como consecuencia la idea de derribar todo lo anterior en nombre de la modernidad. Una guerra fraticida en donde se venera la máquina como la panacea. La brecha generacional, la creencia de lo viejo como obsoleto y lo nuevo, la novedad, como lo único.
Los lingüistas, los sociólogos del lenguaje, los psicólogos sociales han encaminado sus estudios hacia este fenómeno. En el teatro, pocos han encaminado sus estudios.
En lo cotidiano se dijo de la muerte del teatro por el cine, de la muerte de éste por la televisión, de ésta y la lectura por el Internet. De la muerte de la pintura por la fotografía, de ésta por la digitalización. Hubo cambios, sí, pero, en la forma. Las estructuras ofrecidas por las herramientas. Pero alguien, un humano, tuvo en sus manos la osadía de crear nuevas estructuras (y así como el realismo le dio paso al impresionismo a partir de lo nuevo, así la inteligencia artificial se creo a partir de la neurología); otros estilos.
Acabo de abrir un archivo histórico: El libro de primaria de primer grado de 1966. Nada de los libros actuales. Lecturas de los poetas latinoamericanos, con enseñanzas de convivencia, lecciones de civismo e historia.
A los niños se les invitaba a cooperar, a generar una estructura de vida. Una educación completa, plena de valores. De seguimiento a la lectura. Y podemos leerlo gracias a las nuevas herramientas. Ese libro de primaria, con asesores como José Gorostiza.
Las herramientas del ciber espacio son de bastante utilidad cuando se saben usar. Son eso, herramientas de trabajo, como un taladro o un martillo. Si no se saben manejar pueden ser peligrosas.
Los grandes del arte tienen un alto conocimiento, además de sentido cooperativo. La escuela de antaño enseñaba a esto. La degradación vino a partir del facilismo, de la alta demanda, del pragmatismo economicista el cual favorece a la cantidad antes que a la calidad educativa.
Los montajes prefabricados benefician a la taquilla, pero, van en perjuicio del arte. Ni siquiera llevan a lo conocido como la “obra bien hecha” En el teatro nulifica la creación de un movimiento y sus posibles aportaciones.
Este tipo de montajes permiten a un sector de la población informado, ideologizado, con necesidad de status social, de pasatiempo, con un gusto refinado a consumir una mercancía cara.
Para nada es gratuito ver la publicidad ofertando: “Como en…” Y luego la ciudad de referencia. Siempre con actores/ actrices de renombre en el cine o la televisión. La oferta local para los trabajadores de la escena radica en formar parte del elenco secundario, la mayoría de las veces, superando la actuación de los “súper stars”.
Volvemos. La sociedad actual vive un proceso dialéctico; por una parte el pragmatismo ideológico del tecnicismo como panacea, el inmediatismo, lo que es noticia hoy mañana no tendrá valor. Nos olvidamos del hoy como consecuencia del ayer para mañana.
Ese proceso dialéctico trae como consecuencia la idea de derribar todo lo anterior en nombre de la modernidad. Una guerra fraticida en donde se venera la máquina como la panacea. La brecha generacional, la creencia de lo viejo como obsoleto y lo nuevo, la novedad, como lo único.
Los lingüistas, los sociólogos del lenguaje, los psicólogos sociales han encaminado sus estudios hacia este fenómeno. En el teatro, pocos han encaminado sus estudios.
En lo cotidiano se dijo de la muerte del teatro por el cine, de la muerte de éste por la televisión, de ésta y la lectura por el Internet. De la muerte de la pintura por la fotografía, de ésta por la digitalización. Hubo cambios, sí, pero, en la forma. Las estructuras ofrecidas por las herramientas. Pero alguien, un humano, tuvo en sus manos la osadía de crear nuevas estructuras (y así como el realismo le dio paso al impresionismo a partir de lo nuevo, así la inteligencia artificial se creo a partir de la neurología); otros estilos.
Dramaturgo, escritor, director, actor y docente.
Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Autor de numerosos libros de poesía, teatro, narrativa y ensayo.
Comentarios
Publicar un comentario