Por José Ruiz Mercado
Si Richard Dawkins tiene razón entonces el problema “público” es aún más complejo. Si tomamos la teoría de los lingüistas del cómo y por qué el lenguaje es una abstracción de lo cotidiano, o como diría León Portilla, “cada vez que se muere una lengua se muere una cultura”; nos enfrentamos a un conflicto agudo.
Una corriente de la psicología nos habla de la cuna como parte de nuestro futuro, así como en el aprendizaje del lenguaje nos permite la abstracción, es decir, nuestra capacidad de comprender nuestro entorno.
En la conceptualización del arte, al ser una abstracción de lo cotidiano, nos lleva, principalmente, a dos modos de concebirlo, principalmente: Cómo pasatiempo, mayoritariamente, ó, como conocimiento.
En el primero, el sentido de clase está presente. Pero no es sólo esto, se da desde el gusto por lo ya establecido, a lo vanguardista. Es un status social ideologizado en donde aparece una enseñanza enciclopédica. No es gratuito aquí, un público mayoritario, principalmente de bachiller, el cual, al dejar este nivel escolar, desaparece.
Además existe otra esfera en esta tipología, un status social más alto, mezcla de conocimiento y economía: el coleccionista. Motivo por el cual la pintura, el diseño, se ven privilegiados ante las demás artes. Por supuesto, los fetiches son buscados: libros de primera edición, firmados por el autor, monedas extrañas, timbres postales y hasta billetes de lotería.
El segundo es un público más complejo, minoritario, reconoce al arte y a quien lo hace, como parte de la sociedad del conocimiento. Cuando su posición económica lo permite, se vuelve coleccionista.
El teatro, al relacionarse con todas las artes, por ser depositario del conocimiento de todas ellas; lo mismo podemos decir de la danza, requiere de un público cualitativo, quien no puede tenerlo como objeto único, no es coleccionable.
Retomamos el conflicto del lenguaje. Cuando se muere una lengua se muere una cultura, escribió León Portilla, sí, ahora veamos ¿Qué sucede cuando un sector de la población minimiza su lenguaje? ¿Qué sucede cuando esas cargas informáticas disminuyen su información?
Hace algunos años se vino la moda de las versiones simplificadas de las obras clásicas. Cuando la anécdota fue lo primordial, cuando se disminuyó la esencia para las versiones abreviadas. Cuando se volvió moda la lectura rápida en lugar de la lectura de comprensión. Cuando se dejó de leer la obra completa para memorizar solamente los parlamentos necesarios.
La educación requiere una revisión a fondo, una reestructuración en donde el pensamiento abstracto vuelva a tomar su rumbo.
Si Richard Dawkins tiene razón entonces el problema “público” es aún más complejo. Si tomamos la teoría de los lingüistas del cómo y por qué el lenguaje es una abstracción de lo cotidiano, o como diría León Portilla, “cada vez que se muere una lengua se muere una cultura”; nos enfrentamos a un conflicto agudo.
Una corriente de la psicología nos habla de la cuna como parte de nuestro futuro, así como en el aprendizaje del lenguaje nos permite la abstracción, es decir, nuestra capacidad de comprender nuestro entorno.
En la conceptualización del arte, al ser una abstracción de lo cotidiano, nos lleva, principalmente, a dos modos de concebirlo, principalmente: Cómo pasatiempo, mayoritariamente, ó, como conocimiento.
En el primero, el sentido de clase está presente. Pero no es sólo esto, se da desde el gusto por lo ya establecido, a lo vanguardista. Es un status social ideologizado en donde aparece una enseñanza enciclopédica. No es gratuito aquí, un público mayoritario, principalmente de bachiller, el cual, al dejar este nivel escolar, desaparece.
Además existe otra esfera en esta tipología, un status social más alto, mezcla de conocimiento y economía: el coleccionista. Motivo por el cual la pintura, el diseño, se ven privilegiados ante las demás artes. Por supuesto, los fetiches son buscados: libros de primera edición, firmados por el autor, monedas extrañas, timbres postales y hasta billetes de lotería.
El segundo es un público más complejo, minoritario, reconoce al arte y a quien lo hace, como parte de la sociedad del conocimiento. Cuando su posición económica lo permite, se vuelve coleccionista.
El teatro, al relacionarse con todas las artes, por ser depositario del conocimiento de todas ellas; lo mismo podemos decir de la danza, requiere de un público cualitativo, quien no puede tenerlo como objeto único, no es coleccionable.
Retomamos el conflicto del lenguaje. Cuando se muere una lengua se muere una cultura, escribió León Portilla, sí, ahora veamos ¿Qué sucede cuando un sector de la población minimiza su lenguaje? ¿Qué sucede cuando esas cargas informáticas disminuyen su información?
Hace algunos años se vino la moda de las versiones simplificadas de las obras clásicas. Cuando la anécdota fue lo primordial, cuando se disminuyó la esencia para las versiones abreviadas. Cuando se volvió moda la lectura rápida en lugar de la lectura de comprensión. Cuando se dejó de leer la obra completa para memorizar solamente los parlamentos necesarios.
La educación requiere una revisión a fondo, una reestructuración en donde el pensamiento abstracto vuelva a tomar su rumbo.
Dramaturgo, escritor, director, actor y docente.
Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Autor de numerosos libros de poesía, teatro, narrativa y ensayo.
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