Por José Ruiz Mercado
El teatro es un complejo social. Tanto como la problemática social. Fruto de las luchas internas en los grupos sociales. La comunidad social está inmersa en ésta dialéctica. De ahí el peligro de afirmar como lo mejor a una corriente, más aún, a un grupo cercano a los administradores de la cultura; en el mejor de los casos, a los medios. Responsabilidad muchas veces no asumida.
De aquí la función del investigador acucioso, mezcla de sociólogo, historiador, literato. En el mejor de los casos, un cuerpo de investigadores en donde esté un psicólogo social, quienes, además de su especialidad, sepan de teatro, además de comprender que no toda obra es arte a pesar de su técnica.
En las otras áreas del arte existen paradigmas exactos, matemáticos, para determinar su cualidad estética. El impacto social es más difícil de ubicar, más no imposible.
Los grandes teóricos coinciden en afirmar el abismo entre el teatro muerto y el vivo. Incluso los hay quienes hablan del teatro museístico y el vivencial. Sin olvidar la diferencia entre la corriente del teatro didáctico y lo didáctico del teatro.
¡Ah! Los teóricos, con tanto concepto nos hacen más difícil el camino. Nos quitan la libertad creadora. Es la consigna popular, la papa caliente del principiante. Sin pensar siquiera que el creador propone, jamás se aprovecha de lo ya hecho. La creatividad radica en darle a la escena esa vitalidad del ahora.
Cuando los Beatles subieron a la azotea para ese concierto de despedida, por ese solo hecho no estaban haciendo lo inusitado, ya en 1920, un 27 de agosto, lo hizo Enrique Telémaco Susini, para transmitir Parsifal, la ópera de Richard Wagner desde la azotea del Teatro Coliseo de Buenos Aires.1
¿Los Beatles, entonces, dejan de serlo por el hecho? Jamás. Recordemos que su grandeza radica en su alto conocimiento de la historia. Nada se da por generación espontánea. Somos parte de la sociedad del conocimiento. En el arte (en el teatro) sólo se llega cuando se reconoce a quienes nos anteceden. No es gratuito, el cómo una nueva corriente siempre cuestiona a la anterior.
¡Ah! Los incómodos con esa visión del conocimiento a los ideales consumidos en la escuela, aquella en donde nos vendieron la idea de la actuación como un todo.
¡Ah! Los incómodos, quienes con sus estudios a fondo nos llevan a descubrir mundos inimaginables con los cuales podemos trabajar hasta dónde nuestras posibilidades den. Con esto jamás quiero afirmar el hecho de los teóricos como creadores, sino como facilitadores del camino. Estos incómodos se alimentan de los creadores. Jamás existirá una teoría sin la base del objeto estudiado. Fácil, sin obra nada hay por estudiar.
Cuando las universidades, las instituciones encargadas de la difusión y promoción de la cultura comprendan la importancia de la investigación, tendremos una identidad como nación.
Puedo viajar por la utopía para proponer para las escuelas de educación artística una asignatura pendiente: Metodología en el arte. Afirmo, Metodología en, y no del, para no generar confusiones. El alumnado sabrá, con un año de especialización, si su vida se encamina a lo creativo, ó, a otra área. Entonces tendremos especialistas.
1 MURADI, el Museo del Radio, en su número 1 (sin fecha) menciona esta hazaña de Enrique Telémaco, quien es considerado el primer locutor del mundo.
Dramaturgo, escritor, director, actor y docente.
Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Autor de numerosos libros de poesía, teatro, narrativa y ensayo.
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