Por José Ruiz Mercado
El espacio vacío.
El público llegando. A lo lejos, muy tenue, unos tambores como un lamento. Con los tambores una luz apenas si ilumina una parte del escenario. Los tambores parecen acercarse, luz naranja a una parte, el resto oscuro. El público continúa en su llegada.
Desde la entrada una obra nos dice su estilo, ésta, por ejemplo, la cual inicia en el instante cuando el público entra. Los tambores convocan al inicio del ritual, de la estructura del espacio; por lo tanto, de cómo no puede montarse.
Una obra así nos habla de un espacio grande, no es una pieza de cámara. Abierto o cerrado, pero grande. Y de ser abierto, será cuando la noche ya esté en su oscuridad plena.
De entrada la lejanía de los tambores nos ofrecen ese misticismo aún desdibujado pero ya con sus líneas de acción reforzadas por la entrada de la luz. El espacio vacío sí, el cual sólo se llena con la entrada de los tambores y la iluminación a una parte del escenario. El momento del inicio de la obra, cuando el público, el primero, entra, después vendrá el otro.
Hacer del espacio un templo, decía Artaud, romper con lo cotidiano, nos afirma Gabriel Weisz; y así a buscar los fundamentos. La teoría idónea para nuestra puesta en escena.
Toda obra es un significante, la cual se fundamenta en un cúmulo de conocimientos, los cuales guían nuestros sentimientos sin llegar a negarlos, todo en armonía.
De entrada entramos a un terreno sinuoso, jamás por lo complejo sino por el hábito del cual nos hemos arropado. La cotidianeidad nos lleva a no comprender lo otro y, la ausencia de la otredad nos lleva a ideólogizar.
¿Cuál será el segundo cuadro? ¿Dónde nos llevarán los tambores? Usted puede imaginar el resto. Usted puede hacer sus propias conjeturas, pero también puede esperar.
El espacio vacío está. Ahora vendrá la siguiente etapa, la acción misma, el tiempo está impreso en el espacio como una ecuación ¡Ah, las matemáticas! La luz habla. Es otro personaje como la música misma.
Poco se ha escrito acerca del elemento sonoro. Tanto como los comentarios de los estilos. Con lo cual nos alejamos, en el teatro, del crecimiento de las otras artes.
Cuánto nos hace falta conocer. Cuánto nos hemos quedado en lo ya probado, nos da miedo crecer, nos limitamos a nosotros mismos. Nos da miedo la otredad.
El espacio vacío.
El público llegando. A lo lejos, muy tenue, unos tambores como un lamento. Con los tambores una luz apenas si ilumina una parte del escenario. Los tambores parecen acercarse, luz naranja a una parte, el resto oscuro. El público continúa en su llegada.
Desde la entrada una obra nos dice su estilo, ésta, por ejemplo, la cual inicia en el instante cuando el público entra. Los tambores convocan al inicio del ritual, de la estructura del espacio; por lo tanto, de cómo no puede montarse.
Una obra así nos habla de un espacio grande, no es una pieza de cámara. Abierto o cerrado, pero grande. Y de ser abierto, será cuando la noche ya esté en su oscuridad plena.
De entrada la lejanía de los tambores nos ofrecen ese misticismo aún desdibujado pero ya con sus líneas de acción reforzadas por la entrada de la luz. El espacio vacío sí, el cual sólo se llena con la entrada de los tambores y la iluminación a una parte del escenario. El momento del inicio de la obra, cuando el público, el primero, entra, después vendrá el otro.
Hacer del espacio un templo, decía Artaud, romper con lo cotidiano, nos afirma Gabriel Weisz; y así a buscar los fundamentos. La teoría idónea para nuestra puesta en escena.
Toda obra es un significante, la cual se fundamenta en un cúmulo de conocimientos, los cuales guían nuestros sentimientos sin llegar a negarlos, todo en armonía.
De entrada entramos a un terreno sinuoso, jamás por lo complejo sino por el hábito del cual nos hemos arropado. La cotidianeidad nos lleva a no comprender lo otro y, la ausencia de la otredad nos lleva a ideólogizar.
¿Cuál será el segundo cuadro? ¿Dónde nos llevarán los tambores? Usted puede imaginar el resto. Usted puede hacer sus propias conjeturas, pero también puede esperar.
El espacio vacío está. Ahora vendrá la siguiente etapa, la acción misma, el tiempo está impreso en el espacio como una ecuación ¡Ah, las matemáticas! La luz habla. Es otro personaje como la música misma.
Poco se ha escrito acerca del elemento sonoro. Tanto como los comentarios de los estilos. Con lo cual nos alejamos, en el teatro, del crecimiento de las otras artes.
Cuánto nos hace falta conocer. Cuánto nos hemos quedado en lo ya probado, nos da miedo crecer, nos limitamos a nosotros mismos. Nos da miedo la otredad.
Dramaturgo, escritor, director, actor y docente.
Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Autor de numerosos libros de poesía, teatro, narrativa y ensayo.
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