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LOS DIFUSORES DEL TEATRO

Por José Ruiz Mercado

El arte es político por ser causa y consecuencia de la polis. Por lo tanto es sociológico. Por ser un acto de comunicación es un reflejo, un análisis de un grupo, una versión de la realidad. Por lo tanto conocimiento.

El concepto de realidad entendido, jamás como el todo inamovible, sino como esa parte a la cual nuestro esquema de conocimiento nos permite percibir como la totalidad. Nada es eterno.

El teatro es un objeto de comunicación de alto impacto. Complejo desde su preparación para el escenario. El trabajo dramatúrgico implica un conocimiento total, desde lo literario, su conexión con las otras artes, el manejo de la escena.

El director tiene su tarea dentro de este condominio. Desde la búsqueda de la obra idónea; luego vendrá el estudio del autor, las cualidades del grupo actoral. Los técnicos. Todo para un trabajo armónico.

Viene otra figura poco estudiada: El productor. No cualquiera con dinero. Se requiere alguien sensible, dispuesto a ofertar. Con los contactos necesarios para el final feliz de la puesta en escena, pero sobre todo, para asegurar la pecunia propia y la del grupo.

El productor puede ser público o privado, o bien, una dualidad entre ambos. Una personalidad de la iniciativa privada con un buen programa empresarial. Se antoja un gerente a la búsqueda de una cara amable para su negocio, para sus empleados, para el lanzamiento de un producto.

Las instituciones gubernamentales, como organismos públicos tienen una tarea aún más ardua. Al ser parte del manejo de los impuestos de la ciudadanía, tienen la obligación de no quedarse en la difusión, sino en la promoción del gremio.

Coexisten grupos y autores poco estudiados, pero con una obra digna de ser presentada a públicos aislados de la escena, con necesidades y características peculiares. Los administradores de la cultura debieran tener una agenda de ambos, para desde ahí, de lo concreto, hacer sus programas.

La generación de públicos no se hace de buenas intensiones. Mucho menos en reproducir lo ya experimentado con una alta carga de clase, sino en una propuesta social incluyente, con un seguimiento del producto y asesorías para el aprovechamiento de todos.

Los errores más graves de estas instituciones son: Olvidarse de la pecunia del grupo, la falta de asesoría, la falla en el seguimiento. Justifican el presupuesto invertido (y digo invertido, no gastado) para los gustos de Hacienda. La dualidad entre ambos, ante la ineficiencia del Estado, puede ser saludable, de beneficio para todos.

Otra figura lo representa los periodistas culturales. Quienes tiene la función, no meramente informativa, sino de seguimiento ¿De quién están hablando? ¿Por qué? Dejar a un lado los gustos personales para decir, comentar, corroborar las propuestas de la escena.

El trabajo periodístico en la cultura permite la revisión del autor del producto, da la herramienta al público para una amplia recepción, a los administradores de la cultura les permite orientar para una mejor distribución del presupuesto; a los dueños del órgano informativo una posición social.

Y sí, el arte es político por ser causa y consecuencia de la polis. Por lo tanto es sociológico.

Dramaturgo, escritor, director, actor y docente.
Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Autor de numerosos libros de poesía, teatro, narrativa y ensayo.

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