Por José Ruiz Mercado
Se habla del teatro como la panacea. Es probable. Aún así jamás llegará a ser la medicina para una sociedad enferma de avaricia mientras desconozcamos la otredad sin vernos como parte del universo, dicho en otros términos, desconocemos las cualidades de la sociedad del conocimiento.
Pocos son los autores cuya obra está sustentada en una teoría. Son más quienes prefieren una técnica. Otros se inclinan por lo teórico. Su obra llama a una flama más apegada a la cátedra. Pocos, muy pocos, conjugan teoría y práctica en el ejercicio productivo.
Para el estudioso de la escena estos son los vínculos hacia el autor, y desde el autor; para quien realiza un montaje dos son los caminos a seguir: El primero radica en el análisis, estudio de estos textos teóricos como complemento para observar la otra lectura. El segundo se va hacia la visión de un público ¿Cuál atrae más hacia una puesta? La apuesta a la taquilla.
Los estudios del funcionalismo en la sociología han dado puertas a ésta revisión teórica; el problema en México son los mínimos estudios hechos para el rublo del arte. Ya lo he comentado anteriormente, los sociólogos mexicanos han lanzado su mira hacia lo político.
El problema de la difusión y promoción del arte y sus hacedores no radica en un juicio sumario, sino en adentrarse a la problemática social y sus periferias, reconocer al arte, en particular al teatro, como un oficio, es decir, pecuniario. Y si bien, apostamos a un trabajo no enajenado, si debemos llegar a un profesionalismo.
El trabajo enajenado va de la mano de un agente externo. El trabajo creativo conlleva el gozo, la búsqueda de un lenguaje. Cuando un actor crea su personaje, le ofrece su esencia, nadie podrá ejercer como él lo hizo. Se convierte en autor.
Caso aparte acontece cuando la figura del director dictador impone, o bien, cuando un actor por necesidad personal deja el papel; la producción tiene el compromiso de ofrecer más funciones. Entonces al suplente se le exige las mismas tareas escénicas. Lo hemos visto, lo hemos vivido. Este es uno de los agentes externos.
Otro conflicto llega cuando al teatro estudiantil y, quienes lo hacen, se le llama arte. Éste tiene una misión, quizás el agente más externo. Cumple una función, bastante loable, la de una formación humanística. La cual debiera estar presente en toda currícula escolar.
Para una sociedad sana son importantes las muestras de teatro estudiantil, pero sobre todo las universitarias. De aquí han nacido las propuestas más vanguardistas, así como un cuerpo técnico, del cual se nutren los escenarios profesionales.
Debiéramos de entender que no todos los participantes serán parte de los tablados, sino individuos con un alto conocimiento para el desempeño de sus profesiones. Las herramientas del teatro permiten tener un dominio de las emociones, por lo tanto, serán más capaces en lo futuro, así como un público especializado el cual, reconocerá el costo de una puesta en escena. Toda universidad debiera tener una muestra interna, así como un grupo representativo de la misma.
Dos son los errores más graves en la educación artística. Primero, el entender la diferencia del arte hacia la búsqueda por la sensibilidad y la enseñanza a la profesionalización. Segunda, para la sensibilización, el gusto por el trabajo de equipo, es decir, la socialización; con esto, entender, comprender, por parte del docente su misión principal: La humanización educativa.
Otro punto son los grupos emanados de los talleres terapéuticos. Los de la tercera edad, los de los grupos marginales. Para estos se requiere de otros profesionales: psicólogos, terapeutas, sociólogos, trabajadores sociales, entre otros. Y por supuesto, una muestra especializada al público.
El error más grande son los talleres destinados a buscar “nuevos valores” montando obras en dónde los profesionales de la escena comparten créditos con los egresados del taller.
Se habla del teatro como la panacea. Sí. Pero jamás llegará a ser la medicina para una sociedad enferma de avaricia mientras desconozcamos la otredad sin vernos como parte del universo, dicho en otros términos, desconocemos las cualidades de la sociedad del conocimiento. Ya seguiremos comentando de todo esto.
Se habla del teatro como la panacea. Es probable. Aún así jamás llegará a ser la medicina para una sociedad enferma de avaricia mientras desconozcamos la otredad sin vernos como parte del universo, dicho en otros términos, desconocemos las cualidades de la sociedad del conocimiento.
Pocos son los autores cuya obra está sustentada en una teoría. Son más quienes prefieren una técnica. Otros se inclinan por lo teórico. Su obra llama a una flama más apegada a la cátedra. Pocos, muy pocos, conjugan teoría y práctica en el ejercicio productivo.
Para el estudioso de la escena estos son los vínculos hacia el autor, y desde el autor; para quien realiza un montaje dos son los caminos a seguir: El primero radica en el análisis, estudio de estos textos teóricos como complemento para observar la otra lectura. El segundo se va hacia la visión de un público ¿Cuál atrae más hacia una puesta? La apuesta a la taquilla.
Los estudios del funcionalismo en la sociología han dado puertas a ésta revisión teórica; el problema en México son los mínimos estudios hechos para el rublo del arte. Ya lo he comentado anteriormente, los sociólogos mexicanos han lanzado su mira hacia lo político.
El problema de la difusión y promoción del arte y sus hacedores no radica en un juicio sumario, sino en adentrarse a la problemática social y sus periferias, reconocer al arte, en particular al teatro, como un oficio, es decir, pecuniario. Y si bien, apostamos a un trabajo no enajenado, si debemos llegar a un profesionalismo.
El trabajo enajenado va de la mano de un agente externo. El trabajo creativo conlleva el gozo, la búsqueda de un lenguaje. Cuando un actor crea su personaje, le ofrece su esencia, nadie podrá ejercer como él lo hizo. Se convierte en autor.
Caso aparte acontece cuando la figura del director dictador impone, o bien, cuando un actor por necesidad personal deja el papel; la producción tiene el compromiso de ofrecer más funciones. Entonces al suplente se le exige las mismas tareas escénicas. Lo hemos visto, lo hemos vivido. Este es uno de los agentes externos.
Otro conflicto llega cuando al teatro estudiantil y, quienes lo hacen, se le llama arte. Éste tiene una misión, quizás el agente más externo. Cumple una función, bastante loable, la de una formación humanística. La cual debiera estar presente en toda currícula escolar.
Para una sociedad sana son importantes las muestras de teatro estudiantil, pero sobre todo las universitarias. De aquí han nacido las propuestas más vanguardistas, así como un cuerpo técnico, del cual se nutren los escenarios profesionales.
Debiéramos de entender que no todos los participantes serán parte de los tablados, sino individuos con un alto conocimiento para el desempeño de sus profesiones. Las herramientas del teatro permiten tener un dominio de las emociones, por lo tanto, serán más capaces en lo futuro, así como un público especializado el cual, reconocerá el costo de una puesta en escena. Toda universidad debiera tener una muestra interna, así como un grupo representativo de la misma.
Dos son los errores más graves en la educación artística. Primero, el entender la diferencia del arte hacia la búsqueda por la sensibilidad y la enseñanza a la profesionalización. Segunda, para la sensibilización, el gusto por el trabajo de equipo, es decir, la socialización; con esto, entender, comprender, por parte del docente su misión principal: La humanización educativa.
Otro punto son los grupos emanados de los talleres terapéuticos. Los de la tercera edad, los de los grupos marginales. Para estos se requiere de otros profesionales: psicólogos, terapeutas, sociólogos, trabajadores sociales, entre otros. Y por supuesto, una muestra especializada al público.
El error más grande son los talleres destinados a buscar “nuevos valores” montando obras en dónde los profesionales de la escena comparten créditos con los egresados del taller.
Se habla del teatro como la panacea. Sí. Pero jamás llegará a ser la medicina para una sociedad enferma de avaricia mientras desconozcamos la otredad sin vernos como parte del universo, dicho en otros términos, desconocemos las cualidades de la sociedad del conocimiento. Ya seguiremos comentando de todo esto.
Dramaturgo, escritor, director, actor y docente.
Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Autor de numerosos libros de poesía, teatro, narrativa y ensayo.
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