Por José Ruiz Mercado
Difusión y promoción del arte es una tarea de equipo, profesionales dedicados en exclusiva; tarea académica, de mercadeo. Los creativos debieran hacer lo propio. La búsqueda del público en otras manos.
Resulta interesante la historia de la difusión en México. Los carteles hechos por un pintor en el Siglo XIX. Toda una profesión. Cada obra tenía un diseño, los bandos para anunciarla en las esquinas. La publicidad tenía una labor decisiva.
Los autores de estos bandos fueron personalidades con conocimiento de la escena tanto como de las artes visuales, de la tipografía ideal para atraer la atención del público.
El programa más antigüo del cual se tiene una memoria (una hoja de 21 x 28 centímetros) data de 1823, posiblemente impreso en la Imprenta del Águila, de José Ximeno, a beneficio del primer galán y director de la Compañía, el actor español Don Antonio Rosal.
La obra: El encanto sin Encanto o la Mágica Aparente. La estructura del cartel contiene varios árboles luego transformados en estatuas volando una de ellas desde el foro a las cazuelas, seguido el Foro de la montaña en una vista de mar. Al fondo un árbol convertido en un trono donde aparece el galán.
Recreemos la época, lo exquisito como factor relevante, la belleza del Art. Nouveau, todo un estilo, una etapa en donde el “buen tono” se vio en todas las manifestaciones de la vida cotidiana,
Armando de María y Campos (1897/ 1967), uno de nuestros historiadores del teatro más acuciosos, es el autor (Acompañado de más de cien libros, con justa razón, una vida dedicada al teatro), de El Programa en Cien Años de Teatro en México, editado originalmente en el número 3 de la Enciclopedia Mexicana de Arte, en la Ciudad de México, en 1950, reeditado el 2017 por la Asociación Mauricio Magdaleno, en coordinación con la Fundación Caballero Águila.
Escribe Alejandro Ostoa, en el prólogo presentación de este tomo del 2017, acerca de la obra y vida de Armando de María y Campos: “Don Armando, nuestro personaje, no es un hamletiano dilema, es una histórica afirmación: el Ser. Con justa razón Salvador Novo le llamó el Olavarría y Ferrari del Siglo XX”
Por esto afirmo: Difusión y promoción del arte es una tarea de equipo, una tarea hombro con hombro con un solo fin: La búsqueda/ encuentro, desencuentro quizás del público.
¿En qué momento perdimos? Ese público del Siglo XIX al cual se le avisaba, en ocasiones con un día de anticipación en las plazas públicas y afuera del teatro, con funciones, muchas de ellas a beneficio de algún actor, tal como el ejemplo citado líneas arriba.
¿Cuándo llegó ese divorcio? ¿Cuántos teatros se convirtieron en cines para enseguida transformarse en Centros Comerciales o estacionamientos? ¿Qué sucedió con los programas de salud en donde se veía la necesidad de una buena calidad de vida (por lo tanto menos gasto de medicina) por parte de las instituciones públicas como el IMSS o el ISSSTE?
Que no se nos olviden los teatros del IMSS en donde estuvieron al cargo grandes especialistas como Daniel Salazar (+) o Margarita Mendoza López (+), o los programas de las brigadas del teatro para la salud, de donde debiéramos recordar a Abigael Bohórquez (+) ¿Qué fue de ISSSTE CULTURA que por un tiempo estuvo a cargo Daniel Constantini?
El público, el público ¿En qué momento perdimos? ¿Acaso será que jamás hemos ganado y las redes sociales sólo sacaron a flote la caída?
Difusión y promoción del arte es una tarea de equipo, profesionales dedicados en exclusiva; tarea académica, de mercadeo. Los creativos debieran hacer lo propio. La búsqueda del público en otras manos.
Resulta interesante la historia de la difusión en México. Los carteles hechos por un pintor en el Siglo XIX. Toda una profesión. Cada obra tenía un diseño, los bandos para anunciarla en las esquinas. La publicidad tenía una labor decisiva.
Los autores de estos bandos fueron personalidades con conocimiento de la escena tanto como de las artes visuales, de la tipografía ideal para atraer la atención del público.
El programa más antigüo del cual se tiene una memoria (una hoja de 21 x 28 centímetros) data de 1823, posiblemente impreso en la Imprenta del Águila, de José Ximeno, a beneficio del primer galán y director de la Compañía, el actor español Don Antonio Rosal.
La obra: El encanto sin Encanto o la Mágica Aparente. La estructura del cartel contiene varios árboles luego transformados en estatuas volando una de ellas desde el foro a las cazuelas, seguido el Foro de la montaña en una vista de mar. Al fondo un árbol convertido en un trono donde aparece el galán.
Recreemos la época, lo exquisito como factor relevante, la belleza del Art. Nouveau, todo un estilo, una etapa en donde el “buen tono” se vio en todas las manifestaciones de la vida cotidiana,
Armando de María y Campos (1897/ 1967), uno de nuestros historiadores del teatro más acuciosos, es el autor (Acompañado de más de cien libros, con justa razón, una vida dedicada al teatro), de El Programa en Cien Años de Teatro en México, editado originalmente en el número 3 de la Enciclopedia Mexicana de Arte, en la Ciudad de México, en 1950, reeditado el 2017 por la Asociación Mauricio Magdaleno, en coordinación con la Fundación Caballero Águila.
Escribe Alejandro Ostoa, en el prólogo presentación de este tomo del 2017, acerca de la obra y vida de Armando de María y Campos: “Don Armando, nuestro personaje, no es un hamletiano dilema, es una histórica afirmación: el Ser. Con justa razón Salvador Novo le llamó el Olavarría y Ferrari del Siglo XX”
Por esto afirmo: Difusión y promoción del arte es una tarea de equipo, una tarea hombro con hombro con un solo fin: La búsqueda/ encuentro, desencuentro quizás del público.
¿En qué momento perdimos? Ese público del Siglo XIX al cual se le avisaba, en ocasiones con un día de anticipación en las plazas públicas y afuera del teatro, con funciones, muchas de ellas a beneficio de algún actor, tal como el ejemplo citado líneas arriba.
¿Cuándo llegó ese divorcio? ¿Cuántos teatros se convirtieron en cines para enseguida transformarse en Centros Comerciales o estacionamientos? ¿Qué sucedió con los programas de salud en donde se veía la necesidad de una buena calidad de vida (por lo tanto menos gasto de medicina) por parte de las instituciones públicas como el IMSS o el ISSSTE?
Que no se nos olviden los teatros del IMSS en donde estuvieron al cargo grandes especialistas como Daniel Salazar (+) o Margarita Mendoza López (+), o los programas de las brigadas del teatro para la salud, de donde debiéramos recordar a Abigael Bohórquez (+) ¿Qué fue de ISSSTE CULTURA que por un tiempo estuvo a cargo Daniel Constantini?
El público, el público ¿En qué momento perdimos? ¿Acaso será que jamás hemos ganado y las redes sociales sólo sacaron a flote la caída?
Dramaturgo, escritor, director, actor y docente.
Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Autor de numerosos libros de poesía, teatro, narrativa y ensayo.
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