Por José Ruiz Mercado
¿Cuántas veces hemos ido a un espacio improvisado de esos adecuados para un espectáculo sólo con unas cuantas luces y una delicia de café para salir de ahí con un buen sabor por la obra y actuaciones?
Luego nos enteramos de ninguna mención en los medios oficiales para los integrantes del equipo. Verdaderas proezas con estrenos de obras, autores conocidos en su medio, actores con una alta entrega a su labor dignos de estar en la cartelera de los espacios oficiales.
Con la respuesta de un público el cual todo hace menos ver la obra. Con un público acostumbrado a las cortesías y las grandes luminarias de una sala. Los celulares a la vista, las charlas con comentarios alejados de la situación teatral.
Difícil circunstancia para la continuidad del montaje. Ahí están dando todo mientras las idas al baño interrumpen el hecho escénico. Luego uno recuerda las actuaciones en alguna obra cercana a la cual asistió con un elenco compuesto por dos o tres con experiencia junto a quienes asistieron a un taller previo al montaje.
Nos tocó leer la reseña apenas de con mención a grandes actuaciones, la grandeza de quienes tienen “tablas”, se dice. Pero de la dirección, el dramaturgo, la obra misma, nada.
Seguramente nadie hablara de las funciones en esos espacios improvisados. Las cortesías para la prensa no se dieron. Ni modo, tendrían que pagar su café. Pero el Ayuntamiento si cobra el permiso para la realización del espectáculo.
Bajo estas circunstancias ¿Cuántas funciones se llevan a cabo? Ni pensar en obras centenarias. Difícilmente llegarán a dos fines de semana. Ni una décima del tiempo gastado en el montaje.
El éxito de un montaje radica en saber del público. Entonces, para llevar a cabo una obra en uno de estos espacios, lo primero es ¿Cómo ganarle a los celulares? ¿Qué temas hacen este milagro? Tarea para el sociólogo. Posiblemente. Pero cuando la directriz de la sociología está encaminada a la política esto se vuelve más complejo.
En una ocasión se comentó la dificultad de la propuesta de Antonin Artaud de la provocación sacando el teatro de los espacios anquilosados en el Siglo XIX para hacer de cada espacio un templo se vuelve más complejo.
Un público aristócrata familiarizado con las luminarias jamás será un público para estos espacios, de no ser las ironías a los programas de televisión, la farsa a la farsa. Entonces sí apagarán sus celulares.
¿Cuántas veces hemos ido a un espacio improvisado de esos adecuados para un espectáculo sólo con unas cuantas luces y una delicia de café para salir de ahí con un buen sabor por la obra y actuaciones?
Luego nos enteramos de ninguna mención en los medios oficiales para los integrantes del equipo. Verdaderas proezas con estrenos de obras, autores conocidos en su medio, actores con una alta entrega a su labor dignos de estar en la cartelera de los espacios oficiales.
Con la respuesta de un público el cual todo hace menos ver la obra. Con un público acostumbrado a las cortesías y las grandes luminarias de una sala. Los celulares a la vista, las charlas con comentarios alejados de la situación teatral.
Difícil circunstancia para la continuidad del montaje. Ahí están dando todo mientras las idas al baño interrumpen el hecho escénico. Luego uno recuerda las actuaciones en alguna obra cercana a la cual asistió con un elenco compuesto por dos o tres con experiencia junto a quienes asistieron a un taller previo al montaje.
Nos tocó leer la reseña apenas de con mención a grandes actuaciones, la grandeza de quienes tienen “tablas”, se dice. Pero de la dirección, el dramaturgo, la obra misma, nada.
Seguramente nadie hablara de las funciones en esos espacios improvisados. Las cortesías para la prensa no se dieron. Ni modo, tendrían que pagar su café. Pero el Ayuntamiento si cobra el permiso para la realización del espectáculo.
Bajo estas circunstancias ¿Cuántas funciones se llevan a cabo? Ni pensar en obras centenarias. Difícilmente llegarán a dos fines de semana. Ni una décima del tiempo gastado en el montaje.
El éxito de un montaje radica en saber del público. Entonces, para llevar a cabo una obra en uno de estos espacios, lo primero es ¿Cómo ganarle a los celulares? ¿Qué temas hacen este milagro? Tarea para el sociólogo. Posiblemente. Pero cuando la directriz de la sociología está encaminada a la política esto se vuelve más complejo.
En una ocasión se comentó la dificultad de la propuesta de Antonin Artaud de la provocación sacando el teatro de los espacios anquilosados en el Siglo XIX para hacer de cada espacio un templo se vuelve más complejo.
Un público aristócrata familiarizado con las luminarias jamás será un público para estos espacios, de no ser las ironías a los programas de televisión, la farsa a la farsa. Entonces sí apagarán sus celulares.
Dramaturgo, escritor, director, actor y docente.
Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Autor de numerosos libros de poesía, teatro, narrativa y ensayo.
Comentarios
Publicar un comentario