Por José Ruiz Mercado
Así es. Música y poesía van de la mano. Cada etapa tiene su ritmo. Todo está ahí. Conocer la historia de la música permite en el trabajo de actuación llegar al alma del personaje.
La dificultad del dramaturgo poeta radica en no perder la verosimilitud de la acción fundamentándose en la armonía del lenguaje. Entonces viene el conflicto del personaje.
La independencia necesaria para no caer en lo autobiográfico. En palabras llanas; darle autenticidad, escapar de lo meramente moral. Decir lo importante para presentarlo.
A nadie le interesa la vida completa de un individuo. Tomamos parte de su historia, lo más cercano, lo relacionado con nuestra propia cotidianeidad. Si esto es en un personaje real, más aún lo es en ese objeto de ficción.
Nuestra relación con alguien, a quien decimos conocer, su profundidad, radica en ese extracto, como un compendio de sus acciones y sus interacciones con esa vida compartida.
Encontrar ese punto, exacto, preciso, es la tarea del autor; tanto en la novela, el cuento, el cine, el teatro. La diferencia entre un escritor primerizo y el profesional. Lo dicho de él requiere de credibilidad.
La crisis de la escritura inicia en este punto. Todo antes de darle un lenguaje acorde al estilo anhelado ¿Quién es? ¿Cómo camina? ¿Por qué? La acción responde a éstas y otras preguntas.
El autor se cuestiona ¿Ego? ¿Álter ego? ¿Otro? Luego vienen las disyuntivas morales. Los instantes ¿Cuáles resaltar? Nada más alejado a esa realidad del personaje que la razón misma del personaje. ¡Cuidado con caer en ese gozo de las acciones, los encuentros, desencuentros! La claridad aquí principia.
Entonces a hacer los primeros esbozos, los borradores previos. La búsqueda del lenguaje. La estética del mismo. Lo dicho líneas atrás, jamás perder la verosimilitud.
Resolver estos puntos iniciales da la pauta para principiar la obra. Para la escritura y su temporalidad. Otro conflicto a resolver; la temporalidad implica darle el tiempo a las acciones. Una obra de una hora, debe durar eso, ni más, ni menos. Cuando el tiempo de la escena nos lleva a menos, pudiera no ser entendida, si nos lleva a más resulta aburrida. Se convierte en distractor. El llamado tempo ritmo de la obra.
Otro aspecto se refiere al aspecto interno. En la vida del personaje ¿Qué parte estamos tocando? ¿Cómo lo abordamos? ¿Lineal o fragmentado? El Siglo XIX las obras se rigieron por lo lineal. En el XX empieza a fragmentarse para llegar al final a romperse la temporalidad. No es exacto, pero así las tendencias.
El otro aspecto es lo estrictamente lo referente al personaje. En ocasiones éste es su conflicto. Vive en un momento adverso. Esto lo lleva a la ruina.
¿Cómo acercarse? El trabajo actoral lleva a la concreción de estos y otros elementos. La vida del teatro.
José Ruiz Mercado
Dramaturgo, escritor, director, actor y docente.
Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Autor de numerosos libros de poesía, teatro, narrativa y ensayo.
Así es. Música y poesía van de la mano. Cada etapa tiene su ritmo. Todo está ahí. Conocer la historia de la música permite en el trabajo de actuación llegar al alma del personaje.
La dificultad del dramaturgo poeta radica en no perder la verosimilitud de la acción fundamentándose en la armonía del lenguaje. Entonces viene el conflicto del personaje.
La independencia necesaria para no caer en lo autobiográfico. En palabras llanas; darle autenticidad, escapar de lo meramente moral. Decir lo importante para presentarlo.
A nadie le interesa la vida completa de un individuo. Tomamos parte de su historia, lo más cercano, lo relacionado con nuestra propia cotidianeidad. Si esto es en un personaje real, más aún lo es en ese objeto de ficción.
Nuestra relación con alguien, a quien decimos conocer, su profundidad, radica en ese extracto, como un compendio de sus acciones y sus interacciones con esa vida compartida.
Encontrar ese punto, exacto, preciso, es la tarea del autor; tanto en la novela, el cuento, el cine, el teatro. La diferencia entre un escritor primerizo y el profesional. Lo dicho de él requiere de credibilidad.
La crisis de la escritura inicia en este punto. Todo antes de darle un lenguaje acorde al estilo anhelado ¿Quién es? ¿Cómo camina? ¿Por qué? La acción responde a éstas y otras preguntas.
El autor se cuestiona ¿Ego? ¿Álter ego? ¿Otro? Luego vienen las disyuntivas morales. Los instantes ¿Cuáles resaltar? Nada más alejado a esa realidad del personaje que la razón misma del personaje. ¡Cuidado con caer en ese gozo de las acciones, los encuentros, desencuentros! La claridad aquí principia.
Entonces a hacer los primeros esbozos, los borradores previos. La búsqueda del lenguaje. La estética del mismo. Lo dicho líneas atrás, jamás perder la verosimilitud.
Resolver estos puntos iniciales da la pauta para principiar la obra. Para la escritura y su temporalidad. Otro conflicto a resolver; la temporalidad implica darle el tiempo a las acciones. Una obra de una hora, debe durar eso, ni más, ni menos. Cuando el tiempo de la escena nos lleva a menos, pudiera no ser entendida, si nos lleva a más resulta aburrida. Se convierte en distractor. El llamado tempo ritmo de la obra.
Otro aspecto se refiere al aspecto interno. En la vida del personaje ¿Qué parte estamos tocando? ¿Cómo lo abordamos? ¿Lineal o fragmentado? El Siglo XIX las obras se rigieron por lo lineal. En el XX empieza a fragmentarse para llegar al final a romperse la temporalidad. No es exacto, pero así las tendencias.
El otro aspecto es lo estrictamente lo referente al personaje. En ocasiones éste es su conflicto. Vive en un momento adverso. Esto lo lleva a la ruina.
¿Cómo acercarse? El trabajo actoral lleva a la concreción de estos y otros elementos. La vida del teatro.
José Ruiz Mercado
Dramaturgo, escritor, director, actor y docente.
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