Por José Ruiz Mercado
José Ruiz Mercado
Dramaturgo, escritor, director, actor y docente.
Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Autor de numerosos libros de poesía, teatro, narrativa y ensayo.
Cuando hablamos de poesía en el teatro necesariamente decimos música, decimos estructuras fonéticas. Hablamos de la musicalidad del paisaje. De la propuesta escénica en donde el trabajo actoral es un todo armónico.
En alguna ocasión escribió Gerardo Diego: Yo nací con mis cinco sostenidos/ como llagas o condecoraciones/ como llamas subiéndome hasta el sí. Diego fue miembro de la generación del 27 español.
Los teóricos de la literatura se han encontrado con el desconocimiento musical de los nuevos autores, pero, lo más conflictivo lo encontramos en el terreno teatral ¿Cuántos de nuestros dramaturgos conocen de música? ¿Cuántos de nuestros actores también adolecen de esto?
La frase bien dicha tiene ritmo, cadencia. No por algo la cultura griega ha sobrevivido a los siglos. Aún en la lucha de poder de los ciclos de la historia. Toda obra tiene múltiples lecturas; depende de quien la lee el como se percibe.
Las etapas históricas tienen su multiplicación sígnica. Recordemos a Alfonso Reyes, recordemos a Jean Paul Sartre, a Jean Genet, a Ignacio Arriola Haro. Autores y obras cuyo conocimiento nos legaron una obra.
Autores de diferentes épocas quienes trabajaron en, por el conocer sin alardes de sapiencia. Discretos como sólo los grandes saben hacerlo. Prudentes en su oficio, con la madurez necesaria.
Banquete el acercarnos a un platillo pleno de color. No existe mejor manjar que aquel al cual nos acercamos con la vista, continuamos nuestra exploración con el olfato, para enseguida llegar a él con las papilas gustativas. Presentes todos los sentidos. Así es una obra de arte: el embeleso.
Nada gratuito aquel libro de poemas acerca de los gustos de la mesa de Alfonso Reyes. Planeaba fundar un club gastronómico, el cual se llamaría La Cucaña.
Dante Medina escribió Cocinar es Siempre Inventar, y es que, como el mismo lo dice: Hacer un huevo frito es, a menudo, un arte. La cocina magnifica no siempre es sofisticada.
Un huevo frito tiene textura, color. Debe tener un tiempo exacto para llegar al contraste de la blancura con ese tono amarillo peculiar. La cebolla citronada en mantequilla. Nada de pasarse del punto exacto. Cuando llega al plato, también éste debe ser especial, porcelana italiana, o una obra de Bernabé, o por lo menos uno de barro canela.
Dante Medina escribió Los Placeres de la Lengua, publicado por Editorial Ágata en la ciudad de Guadalajara, ciudad gastronómica después de Puebla, en agosto del 2001. Un súper ensayo que viaja a través de la mesa de los creadores.
Y sí, que más teatral que una mesa con todos los requerimientos. Desde la luz, los platos dispuestos en el lugar preciso. Las servilletas bordadas, los mantelillos. Los candelabros, para terminar (por algo se le dice postre) con una copa de cristal con agua, clara, otra regordeta de cognac, un flan napolitano y una exquisita, aromática, taza de café, de preferencia de la cierra de Chiapas, o Veracruz.
Y ya que menciono Veracruz; Emilio Carballido decía dudar de quien se llamaba artista cuando lo veía comer un hot dog. Y es que, los placeres de la lengua se ofertan con música, con olor, sabor y degustación: La poesía, la musicalidad del paisaje.
José Ruiz Mercado
Dramaturgo, escritor, director, actor y docente.
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