Por José Ruiz Mercado
Existen culturas poéticas, momentos en dónde prevalece una u otra variante de los géneros literarios. Momentos de reflexión o de narrar los acontecimientos. De ahí los grandes poetas o los grandes narradores.
Cuando los tiempos se reúnen nacen los momentos de la dramaturgia. Son instantes de reflexión social, de trance, de recomposición de los grupos sociales. Son los momentos del teatro.
Algunos sociólogos son más acuciosos se lanzan categóricos a mencionar los momentos de la aparición de obras y autores claves, los de transición (las llamadas “obras malditas”) y las cumbres.
Como lector medio tengo acceso a estas últimas, no porque se me impida llegar a las primeras, sino porque estas han tenido un efecto mediático con el cual llegan hasta nosotros. Leemos la punta del iceberg y dejamos en la profundidad del océano lo más sabroso del platillo. Como cuando el manual de Carreño nos dice dejar en el plato parte por buena educación.
Esas obras “malditas” aquellas conocidas sólo por especialistas, aquellas donde se dice, por una falla metodológica: se adelantó a su tiempo; sin entender aquello, de, nadie habla de lo desconocido. Todo autor, toda obra es fruto social.
Y es en este fruto social en donde esos, mal llamados, o si lo prefiere bien llamados, “malditos” nos negamos el lujo de creer que son ajenos a su temporalidad, por el simple hecho de toparnos con una obra a la cual nuestra vivencia, nuestra educación emocional es otra ¿Cuántas obras, cuántos autores se han perdido por el clásico “no me gusta”? ¿Cuántos no nos hemos negado el gusto si tuviéramos la honestidad de decir “no le entiendo”?
Analizar estilos, sus raíces, nos permiten encontrar los cómo y los por qué de la obra. Y lo fundamental (re) conocer la obra de los autores. Los antecedentes de quienes los preceden.
Tomemos el mito urbano de la poesía como la sublimación. Esto nos da como consecuencia a ésta como algo fuera de lo cotidiano, y a la figura del poeta como algo más allá de lo sublime.
Algunos teóricos niegan esta sublimación, este ser libertario. Nos hablan como el esclavo del lenguaje a la búsqueda de la palabra exacta. De ser esto cierto tendremos que afirmar a un conocedor del idioma con una sensibilidad mayor al promedio.
Aristóteles en su poética nos habló de las cualidades de la imitación al referirse a los modos, a esa imitación de las virtudes a partir de estructuras vocálicas en donde la musicalidad estaba presente.
La retoma del Aristóteles clásico fue retomada en el Renacimiento, dejando atrás a las versiones medievales. De ahí la importancia de los grandes del Siglo de Oro Español; recordemos Lope de Vega en sus escritos teóricos del teatro, de cómo presentó su versión dramática a partir de las estructuras lingüísticas del verso.
Aristóteles fue a estructuras profundas en su revisión del arte hasta llegar a lo ético; un espíritu positivo va a exaltar las cualidades humanas, su contrario se va a lo negativo. Las diferencias entre la Tragedia y la Comedia. Es ahí cuando el individuo refleja su energía.
Revisemos a los clásicos. Nos falta mucho por aprender de ellos.
José Ruiz Mercado
Dramaturgo, escritor, director, actor y docente.
Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Autor de numerosos libros de poesía, teatro, narrativa y ensayo.
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Este jueves se les invita a escuchar el programa en ¿Y quién es usted?
Hablando de danza y su teatralidad con Liz Mercado en punto de las cinco.Conducen José Ruiz Mercado y Luis Murguía.
radio.anden.mx
Existen culturas poéticas, momentos en dónde prevalece una u otra variante de los géneros literarios. Momentos de reflexión o de narrar los acontecimientos. De ahí los grandes poetas o los grandes narradores.
Cuando los tiempos se reúnen nacen los momentos de la dramaturgia. Son instantes de reflexión social, de trance, de recomposición de los grupos sociales. Son los momentos del teatro.
Algunos sociólogos son más acuciosos se lanzan categóricos a mencionar los momentos de la aparición de obras y autores claves, los de transición (las llamadas “obras malditas”) y las cumbres.
Como lector medio tengo acceso a estas últimas, no porque se me impida llegar a las primeras, sino porque estas han tenido un efecto mediático con el cual llegan hasta nosotros. Leemos la punta del iceberg y dejamos en la profundidad del océano lo más sabroso del platillo. Como cuando el manual de Carreño nos dice dejar en el plato parte por buena educación.
Esas obras “malditas” aquellas conocidas sólo por especialistas, aquellas donde se dice, por una falla metodológica: se adelantó a su tiempo; sin entender aquello, de, nadie habla de lo desconocido. Todo autor, toda obra es fruto social.
Y es en este fruto social en donde esos, mal llamados, o si lo prefiere bien llamados, “malditos” nos negamos el lujo de creer que son ajenos a su temporalidad, por el simple hecho de toparnos con una obra a la cual nuestra vivencia, nuestra educación emocional es otra ¿Cuántas obras, cuántos autores se han perdido por el clásico “no me gusta”? ¿Cuántos no nos hemos negado el gusto si tuviéramos la honestidad de decir “no le entiendo”?
Analizar estilos, sus raíces, nos permiten encontrar los cómo y los por qué de la obra. Y lo fundamental (re) conocer la obra de los autores. Los antecedentes de quienes los preceden.
Tomemos el mito urbano de la poesía como la sublimación. Esto nos da como consecuencia a ésta como algo fuera de lo cotidiano, y a la figura del poeta como algo más allá de lo sublime.
Algunos teóricos niegan esta sublimación, este ser libertario. Nos hablan como el esclavo del lenguaje a la búsqueda de la palabra exacta. De ser esto cierto tendremos que afirmar a un conocedor del idioma con una sensibilidad mayor al promedio.
Aristóteles en su poética nos habló de las cualidades de la imitación al referirse a los modos, a esa imitación de las virtudes a partir de estructuras vocálicas en donde la musicalidad estaba presente.
La retoma del Aristóteles clásico fue retomada en el Renacimiento, dejando atrás a las versiones medievales. De ahí la importancia de los grandes del Siglo de Oro Español; recordemos Lope de Vega en sus escritos teóricos del teatro, de cómo presentó su versión dramática a partir de las estructuras lingüísticas del verso.
Aristóteles fue a estructuras profundas en su revisión del arte hasta llegar a lo ético; un espíritu positivo va a exaltar las cualidades humanas, su contrario se va a lo negativo. Las diferencias entre la Tragedia y la Comedia. Es ahí cuando el individuo refleja su energía.
Revisemos a los clásicos. Nos falta mucho por aprender de ellos.
José Ruiz Mercado
Dramaturgo, escritor, director, actor y docente.
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Este jueves se les invita a escuchar el programa en ¿Y quién es usted?
Hablando de danza y su teatralidad con Liz Mercado en punto de las cinco.Conducen José Ruiz Mercado y Luis Murguía.
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