Por José Ruiz Mercado
Así es esto del territorio personal de ese secreto de las bibliotecas dónde se esconden los momentos más íntimos del individuo. Los libros, el espacio, las anotaciones. Si usted tiene una sabrá a lo que me refiero.
Cada libro en el estante tiene una historia. La adquisición, la referencia. Los gustos, incluso las necesidades prioritarias. Leer tiene un trasfondo, incluso ideológico. El ejercicio de la lectura no se da por decreto, menos por imposición.
El gusto por la lectura inicia en casa. Jugar a la lectura. A ese maravilloso mundo de la aventura, de ejercicio mental a partir de la decodificación simbólica, con esto, el entendimiento de otros mundos.
Revisar una biblioteca es entrar a ese mundo lúdico en donde la multiplicidad de universos se vuelve uno (el del receptor) para convertirse en muchos para enseguida regresar a su origen. La dialéctica de la lectura.
Una biblioteca completa o una especializada. No importa. Lo interesante es el continente. Tesoro, sí, el cual va más allá del propietario; es un tesoro para el investigador.
¿Se imagina usted un acervo mayor a los mil ejemplares? ¿Se imagina el momento de su lectura? Los libros crecen en su historia. Una primera parte se hace cuando están en el manuscrito, sigue la parte editorial, su diseño, su distribución ¿Cuántas horas de trabajo están ahí?
Luego viene la otra parte, la del lector, su visión del mundo, la prioridad. El regresar la página, leer nuevamente el texto, revisar su propia lectura ¿Y cuando el libro es de teatro?
Aquí entra otra lectura. Otro proceso. Digamos, la traducción de un lenguaje literario a un lenguaje escénico ¿Cuántos receptores participan? Desde director, actores para generar otro lenguaje cuyo destinatario es el público. La complejidad de la escena. El libro se queda en el estante y su contenido viaja.
La calidad del lector se pone en juego. Va a depender de la comprensión hecha por los lectores para llegar a un buen fin. Pero también de este lector se pide un mínimo. Ese circuito del habla, el cual, poco se comprende.

José Ruiz Mercado
Dramaturgo, escritor, director, actor y docente.
Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Autor de numerosos libros de poesía, teatro, narrativa y ensayo.
Así es esto del territorio personal de ese secreto de las bibliotecas dónde se esconden los momentos más íntimos del individuo. Los libros, el espacio, las anotaciones. Si usted tiene una sabrá a lo que me refiero.
Cada libro en el estante tiene una historia. La adquisición, la referencia. Los gustos, incluso las necesidades prioritarias. Leer tiene un trasfondo, incluso ideológico. El ejercicio de la lectura no se da por decreto, menos por imposición.
El gusto por la lectura inicia en casa. Jugar a la lectura. A ese maravilloso mundo de la aventura, de ejercicio mental a partir de la decodificación simbólica, con esto, el entendimiento de otros mundos.
Revisar una biblioteca es entrar a ese mundo lúdico en donde la multiplicidad de universos se vuelve uno (el del receptor) para convertirse en muchos para enseguida regresar a su origen. La dialéctica de la lectura.
Una biblioteca completa o una especializada. No importa. Lo interesante es el continente. Tesoro, sí, el cual va más allá del propietario; es un tesoro para el investigador.
¿Se imagina usted un acervo mayor a los mil ejemplares? ¿Se imagina el momento de su lectura? Los libros crecen en su historia. Una primera parte se hace cuando están en el manuscrito, sigue la parte editorial, su diseño, su distribución ¿Cuántas horas de trabajo están ahí?
Luego viene la otra parte, la del lector, su visión del mundo, la prioridad. El regresar la página, leer nuevamente el texto, revisar su propia lectura ¿Y cuando el libro es de teatro?
Aquí entra otra lectura. Otro proceso. Digamos, la traducción de un lenguaje literario a un lenguaje escénico ¿Cuántos receptores participan? Desde director, actores para generar otro lenguaje cuyo destinatario es el público. La complejidad de la escena. El libro se queda en el estante y su contenido viaja.
La calidad del lector se pone en juego. Va a depender de la comprensión hecha por los lectores para llegar a un buen fin. Pero también de este lector se pide un mínimo. Ese circuito del habla, el cual, poco se comprende.

José Ruiz Mercado
Dramaturgo, escritor, director, actor y docente.
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