Por José Ruiz Mercado
La literatura dramática dejó de escribirse en verso a partir del Realismo, y éste fue una regla a partir del Positivismo. La acción debería de ser creíble, verosímil, se decía, nadie habla en verso. Por lo tanto, entre más cercano se encuentre lo cotidiano mejor. Afortunadamente muchos hicieron caso omiso.
La tradición del Siglo de Oro con la retoma de Luis de Góngora y Argote Francisco de Quevedo, Sor Juana Inés de la Cruz en sus conceptos poéticos y, Juan Ruiz de Alarcón, Miguel de Cervantes Saavedra, Calderón de la Barca, por parte de la Generación del 98, 27 y posteriores en la literatura española, nos dieron grandes aportaciones, pero sobre todo el no seguir con la propuesta positivista.
El teatro poético es un remedo musical. Nada gratuito es el cómo varios poetas han entrado en el territorio de la composición. Gerardo Diego fue un teórico eminente, además de compositor; esto nada más para no mencionar a Federico García Lorca con sus extraordinarias piezas para guitarra.
La poesía y la música van de la mano. La musicalidad del lenguaje, el escoger la palabra precisa, la palabra correcta. Porque la poesía es eso. Si el lenguaje es la abstracción de lo cotidiano, la estructura más sincrética de la realidad; el teatro poético lo es aún más.
Música y teatro van unidos al ritmo de la palabra, ambos a la acción. De nuevo, la relación grupal alrededor de un dramaturgo con conocimientos musicales provoca un movimiento total.
Tal es el caso de Félix Vargas Molina (+) quién, con su grupo nacieron dos músicos: Luis Manuel (El de la Paloma) y Rigoberto Silva Martínez. Ambos con una propuesta de la cultura popular mexicana identificatoria. Y no es gratuito, Félix amaba porque conoció su cultura, por lo tanto la supo transmitir. Una cultura sincrética, con raíces mesoamericanas, sí, pero con los conflictos de un territorio en pleito: castellanos contra gallegos, contra árabes. En resumen, moros contra cristianos. El barroco español.
Félix retomó está visión del barroco contemporáneo mexicano. Rompe con ese euro centrismo característico del Siglo XX. La cultura popular de México tiene esos fundamentos teológicos del barroco, el sincretismo fruto de la Iberia y Mesoamérica.
Nuestra cultura actual pretende blanquearse sin lograrlo (afortunadamente), está ideologizada, a pesar de Sor Juana Inés de la Cruz, a pesar de Juan Ruiz de Alarcón, a pesar de los siglos.
Nuestra poesía, nuestro lenguaje se encuentra plena de raíces. Palabras llenas de música. Cada pueblo tiene un habla característica de cultura. Es el reflejo de lo cotidiano. Pueblo ideologizado es un pueblo que no se reconoce a sí mismo.
El habla es lo más impuro, lo menos estable. Cada grupo tiene su forma específica, engrandece su visión del mundo a partir del conocimiento de otras lenguas. Para los autores del barroco español el conocimiento del latín y el italiano les llevaron a desestructurar el castellano.
Por esto la obra de Luis de Góngora; por esto las propuestas de Juan Ruiz de Alarcón, pero sobre todo, la de Sor Juana Inés de la Cruz nos permiten revisar nuestro contexto actual.
Las obras de los grandes nos permiten revisarnos, nos permiten crecer, por ello son parte del patrimonio cultural, por algo son arte, por algo forman parte del inconciente colectivo.

José Ruiz Mercado
Dramaturgo, escritor, director, actor y docente.
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Este jueves se les invita a escuchar el programa en ¿Y quién es usted?
Tendrán de invitado a Oscar Trejo Zaragoza.
Conducen José Ruiz Mercado y Luis Murguía.radio.anden.mx
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