Por José Ruiz Mercado
Los conflictos ideológicos permean las necesidades en el consumo y distribución de una obra; los gustos de un periodo social, los temas recurrentes se vuelven materiales de estudio sociológico. El tratamiento dado a la obra la convierte en universal. Se convierte en objeto de estudio de otras disciplinas.
El tratamiento del autor al tema lo vuelve permisible. Lo que permite llegar más allá del momento. La clásica formula del fondo y forma. Falta la visión del público, más no cualquiera, sino aquel con empatía.
Uno de los fallos recurrentes es creer en la voz de los críticos. No son ellos los determinadores; son sólo un camino. La ética del teórico, jamás categorizar, mucho menos ofrecer un me gusta, sino los por qué de la obra.
Otro fallo escuchado a menudo es el de los hacedores. Pensar en “arte” por el simple hecho de hacer una obra. Para llegar a esta categorización se requiere de haber pasado muchas pruebas, incluyendo la de las múltiples lecturas. Y vaya, ésta es la prueba más cruel ¿Qué público la determina?
La obra ya está. Pasó todas las revisiones posibles. Se busca el medio idóneo, aún falta quien se auto proponga como “lector” De aquí la participación del crítico a la búsqueda de ese individuo desconocido con la capacidad de ofrecer un juicio. Después vendrá el otro quien le dará la continuidad.
La permanencia de una obra forma parte de la sociedad del conocimiento, nada aislado. El autor tiene su propia historia. Los públicos posibles tendrán la suya. Toda obra, por lo tanto, es fruto del conocimiento, jamás del azar. Lectura del mundo en múltiples interpretaciones.
He aquí porque hablo del cuarto oscuro. La interpretación jamás se da porque así lo creo, la obra da la pauta, nuestra razón como público es la aceptación o el rechazo.
Complejo el mundo de una obra. Compleja la sociedad como complejo el mundo individual. Las circunstancias sociales impiden, en ocasiones, la aceptación inmediata, luego, al cambiar, son retomadas, aceptadas, vistas como ejemplo. Otras veces sucede exactamente lo contrario. Son aceptadas para luego caer en el olvido. Son las obras de época.
Algunos teóricos manejan los diez años como pauta para mencionar a la obra como arte. Sostienen a la sociedad en su transformación esta cronología. Como todo es una aproximación. De nuevo, existen sociedades que pueden durar más años, o menos. El conflicto interno entre los grupos sociales varía.
El Estanque, de Roberto Corella puede ser un ejemplo válido. Ubicada en el periodo de la Guerra Sucia, sus personajes forman parte de la recomposición social dada en ese momento.
En una revisión atemporal en donde la conciencia con su entorno, ofrece la voz a la mujer; su participación, la cual parece casual, va tomando forma. Así, entre la problemática política, la individual ofrece una historia de contrastes.
La estructura nos lleva de la mano con las canciones de la época, con los aconteceres, los grupos en conflicto, las leyendas populares, para así, ofrecer una nueva leyenda; la de los personajes actuantes.
La obra de Roberto empieza su largo viaje mediático. Su entrada al salón de la fama. Tuvo que pasar algún tiempo para llegar a un público más allá de quienes vivieron esa etapa política del México contemporáneo.
José Ruiz Mercado
Dramaturgo, escritor, director, actor y docente.
Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Autor de numerosos libros de poesía, teatro, narrativa y ensayo.
Los conflictos ideológicos permean las necesidades en el consumo y distribución de una obra; los gustos de un periodo social, los temas recurrentes se vuelven materiales de estudio sociológico. El tratamiento dado a la obra la convierte en universal. Se convierte en objeto de estudio de otras disciplinas.
El tratamiento del autor al tema lo vuelve permisible. Lo que permite llegar más allá del momento. La clásica formula del fondo y forma. Falta la visión del público, más no cualquiera, sino aquel con empatía.
Uno de los fallos recurrentes es creer en la voz de los críticos. No son ellos los determinadores; son sólo un camino. La ética del teórico, jamás categorizar, mucho menos ofrecer un me gusta, sino los por qué de la obra.
Otro fallo escuchado a menudo es el de los hacedores. Pensar en “arte” por el simple hecho de hacer una obra. Para llegar a esta categorización se requiere de haber pasado muchas pruebas, incluyendo la de las múltiples lecturas. Y vaya, ésta es la prueba más cruel ¿Qué público la determina?
La obra ya está. Pasó todas las revisiones posibles. Se busca el medio idóneo, aún falta quien se auto proponga como “lector” De aquí la participación del crítico a la búsqueda de ese individuo desconocido con la capacidad de ofrecer un juicio. Después vendrá el otro quien le dará la continuidad.
La permanencia de una obra forma parte de la sociedad del conocimiento, nada aislado. El autor tiene su propia historia. Los públicos posibles tendrán la suya. Toda obra, por lo tanto, es fruto del conocimiento, jamás del azar. Lectura del mundo en múltiples interpretaciones.
He aquí porque hablo del cuarto oscuro. La interpretación jamás se da porque así lo creo, la obra da la pauta, nuestra razón como público es la aceptación o el rechazo.
Complejo el mundo de una obra. Compleja la sociedad como complejo el mundo individual. Las circunstancias sociales impiden, en ocasiones, la aceptación inmediata, luego, al cambiar, son retomadas, aceptadas, vistas como ejemplo. Otras veces sucede exactamente lo contrario. Son aceptadas para luego caer en el olvido. Son las obras de época.
Algunos teóricos manejan los diez años como pauta para mencionar a la obra como arte. Sostienen a la sociedad en su transformación esta cronología. Como todo es una aproximación. De nuevo, existen sociedades que pueden durar más años, o menos. El conflicto interno entre los grupos sociales varía.
El Estanque, de Roberto Corella puede ser un ejemplo válido. Ubicada en el periodo de la Guerra Sucia, sus personajes forman parte de la recomposición social dada en ese momento.
En una revisión atemporal en donde la conciencia con su entorno, ofrece la voz a la mujer; su participación, la cual parece casual, va tomando forma. Así, entre la problemática política, la individual ofrece una historia de contrastes.
La estructura nos lleva de la mano con las canciones de la época, con los aconteceres, los grupos en conflicto, las leyendas populares, para así, ofrecer una nueva leyenda; la de los personajes actuantes.
La obra de Roberto empieza su largo viaje mediático. Su entrada al salón de la fama. Tuvo que pasar algún tiempo para llegar a un público más allá de quienes vivieron esa etapa política del México contemporáneo.

Dramaturgo, escritor, director, actor y docente.
Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Autor de numerosos libros de poesía, teatro, narrativa y ensayo.
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