Por José Ruiz Mercado
Lugar común es el comentario de lo hecho en el Distrito Federal como lo único; en el caso del teatro, hablar de lo nacional como lo hecho en esa región del territorio nacional. Entonces, la producción escénica fuera, será, el teatro de frontera.
Si bien es cierto que la producción teatral en muchas entidades de la República son copias (en muchas ocasiones con resoluciones escénicas idénticas, olvidándose de los derechos de autor) de lo escenificado en el D. F., olvidándose de la producción dramatúrgica regional; la producción en este renglón, con escenificaciones esporádicas, con direcciones de autor, las propuestas han enriquecido, eso llamado, el otro teatro, reflejo de la necesidad de organización de la sociedad civil.
Es este teatro de frontera, minimizado por los medios, pocas veces merecedor de becas, aquel cuya estructura rompe con lo establecido en todos los aspectos, quien busca la identidad de una región; y en esta experimentación se consolida con un estilo. Una temática específica.
A través de la historia, en ésta búsqueda de la teatralidad, el conflicto ha estado centrado en la evasión y el cuestionamiento a las estructuras sociales. Su público, por lo tanto, no es uno, sino muchos. El fut-bol sólo tiene uno: el de la violencia reprimida.
La democracia, como estructura política, requiere de generar, propiciar espacios de discusión afines a todos los sectores sociales. Las políticas públicas adecuadas son aquellas en donde la participación de la diversidad de los sectores sociales está presente y, no exclusivamente los detentadores del poder; en donde la crítica y el análisis constante se den. El economicismo como parte de las propuestas culturales ha llevado a un populismo en los últimos años, así como a una lightización del “arte”
El teatro tiene aquí una función específica, cuando los sectores administrativos de la cultura no generan los mecanismos necesarios para la realización de los sectores productivos del arte. Los medios, al mimetizar su labor editorial con los agentes políticos, se vuelven cómplices de esa falla en la ausencia de un plan de seguimiento de la cultura. Sólo la sociedad civil puede cerrar esos huecos. Público y ciudadanos del teatro a la búsqueda de otros espacios.
Pero esto no se dará mientras los procesos sociales interfamiliares continúen con los conceptos de acumulación del saber como verdad única, sino a partir de una educación que nos permita entender al otro en la diversidad. Vicente Peña Palominos, en su estudio acerca de la acción comunicativa en la teoría de Habermas, nos dice: Se educa y socializa en las ciencias, en sus hallazgos y metodologías que imprimen la dinámica social moderna: tecnológica mediática y sobre la necesidad de lograr acuerdos y aceptar los desacuerdos para poder realizar un verdadero proceso de vida social. Aquí, el sujeto entiende que no bastan las razones y motivos para lograr una comunicación racional sino la identidad y la otredad. O sea, comprende que no siempre con los argumentos se logra convencer a alguien, no siempre se logran consensos, sino que en la mayoría de los casos el argumento traerá personas que se adhieran y otras que lo rechazan. La educación y socialización mediante la acción comunicativa, permeará la comprensión en términos de reconocimiento al consenso y al disenso. En qué somos parecidos a otros y en qué nos diferenciamos.
En ésta conciencia del lenguaje, el actor lleva a cabo su función; al analizar los contenidos de la obra, bajo una estricta metodización, descubre otras estructuras sociales diferentes a las propias, con esto construye el universo de quien jamás se imaginó. El principio de la otredad debe de estar presente como parte de la ética del trabajo actoral. De lo contrario será un trabajo falseado. La comunicación rota, al no aceptar los desacuerdos hacia un proceso vital del personaje.
La labor del actor jamás podrá ser el engaño, sino la de buscar en la diversidad su propuesta creadora. La del futbolista la técnica exacta para vencer al contrario. Cuando la educación del actor se fundamenta en la técnica para quedar en el mismo renglón del futbolista sólo espera la foto del aplauso con sus respectivos cinco segundos de gloria; La función del político debiera ser la misma del actor, sin embargo, al buscar el poder se queda en la competividad, para estancarse en la del sumo sacerdote con la verdad suprema ante la sumisión institucional.
José Ruiz Mercado
Dramaturgo, escritor, director, actor y docente.
Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Autor de numerosos libros de poesía, teatro, narrativa y ensayo.
Lugar común es el comentario de lo hecho en el Distrito Federal como lo único; en el caso del teatro, hablar de lo nacional como lo hecho en esa región del territorio nacional. Entonces, la producción escénica fuera, será, el teatro de frontera.
Si bien es cierto que la producción teatral en muchas entidades de la República son copias (en muchas ocasiones con resoluciones escénicas idénticas, olvidándose de los derechos de autor) de lo escenificado en el D. F., olvidándose de la producción dramatúrgica regional; la producción en este renglón, con escenificaciones esporádicas, con direcciones de autor, las propuestas han enriquecido, eso llamado, el otro teatro, reflejo de la necesidad de organización de la sociedad civil.
Es este teatro de frontera, minimizado por los medios, pocas veces merecedor de becas, aquel cuya estructura rompe con lo establecido en todos los aspectos, quien busca la identidad de una región; y en esta experimentación se consolida con un estilo. Una temática específica.
A través de la historia, en ésta búsqueda de la teatralidad, el conflicto ha estado centrado en la evasión y el cuestionamiento a las estructuras sociales. Su público, por lo tanto, no es uno, sino muchos. El fut-bol sólo tiene uno: el de la violencia reprimida.
La democracia, como estructura política, requiere de generar, propiciar espacios de discusión afines a todos los sectores sociales. Las políticas públicas adecuadas son aquellas en donde la participación de la diversidad de los sectores sociales está presente y, no exclusivamente los detentadores del poder; en donde la crítica y el análisis constante se den. El economicismo como parte de las propuestas culturales ha llevado a un populismo en los últimos años, así como a una lightización del “arte”
El teatro tiene aquí una función específica, cuando los sectores administrativos de la cultura no generan los mecanismos necesarios para la realización de los sectores productivos del arte. Los medios, al mimetizar su labor editorial con los agentes políticos, se vuelven cómplices de esa falla en la ausencia de un plan de seguimiento de la cultura. Sólo la sociedad civil puede cerrar esos huecos. Público y ciudadanos del teatro a la búsqueda de otros espacios.
Pero esto no se dará mientras los procesos sociales interfamiliares continúen con los conceptos de acumulación del saber como verdad única, sino a partir de una educación que nos permita entender al otro en la diversidad. Vicente Peña Palominos, en su estudio acerca de la acción comunicativa en la teoría de Habermas, nos dice: Se educa y socializa en las ciencias, en sus hallazgos y metodologías que imprimen la dinámica social moderna: tecnológica mediática y sobre la necesidad de lograr acuerdos y aceptar los desacuerdos para poder realizar un verdadero proceso de vida social. Aquí, el sujeto entiende que no bastan las razones y motivos para lograr una comunicación racional sino la identidad y la otredad. O sea, comprende que no siempre con los argumentos se logra convencer a alguien, no siempre se logran consensos, sino que en la mayoría de los casos el argumento traerá personas que se adhieran y otras que lo rechazan. La educación y socialización mediante la acción comunicativa, permeará la comprensión en términos de reconocimiento al consenso y al disenso. En qué somos parecidos a otros y en qué nos diferenciamos.
En ésta conciencia del lenguaje, el actor lleva a cabo su función; al analizar los contenidos de la obra, bajo una estricta metodización, descubre otras estructuras sociales diferentes a las propias, con esto construye el universo de quien jamás se imaginó. El principio de la otredad debe de estar presente como parte de la ética del trabajo actoral. De lo contrario será un trabajo falseado. La comunicación rota, al no aceptar los desacuerdos hacia un proceso vital del personaje.
La labor del actor jamás podrá ser el engaño, sino la de buscar en la diversidad su propuesta creadora. La del futbolista la técnica exacta para vencer al contrario. Cuando la educación del actor se fundamenta en la técnica para quedar en el mismo renglón del futbolista sólo espera la foto del aplauso con sus respectivos cinco segundos de gloria; La función del político debiera ser la misma del actor, sin embargo, al buscar el poder se queda en la competividad, para estancarse en la del sumo sacerdote con la verdad suprema ante la sumisión institucional.

Dramaturgo, escritor, director, actor y docente.
Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Autor de numerosos libros de poesía, teatro, narrativa y ensayo.
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