Por José Ruiz Mercado
Había una vez una sociedad en donde las salas estaban llenas cuando un dramaturgo estrenaba obra, la comunidad prefería estrenar, la prensa atenta, siempre a la espera. Pero sobre todo, en los promocionales, el crédito a la autoría, al elenco, estaba presente. Respeto al derecho al trabajo.
Inicio en la utopía. En la sociedad ideal. La de la sociedad de la comunicación en donde todos estamos en la globalidad del conocimiento. Utopía, sí, el respeto a las raíces, a la búsqueda, al encuentro de los lenguajes.
Utopía estudiada como posibilidad a partir de los estudiosos del socio lingüísmo. De las utopías han nacido las posibilidades del cambio. Nada está escrito; todo está dicho.
Dentro de dicha utopía se encuentra el estudio de los autores, el ubicarlos en su justo medio. Reconocer sus aportaciones, su estilística. Su vigencia. Sus antecedentes.
Crecemos por un acto social. No somos un acto biológico así nada más. Somos más, de ahí la trascendencia o el olvido. Nuestros actos son la socialización del hacer, del trabajo y, el conocimiento.
Los autores con trascendencia son aquellos cuya obra se fundamenta en un reconocerse en la temporalidad de la historia. Esto los hace vigentes/ ejemplos para otros.
México tiene autores. Con estilos diversos. Con mayor y menor trascendencia social. Con impacto mediático, con montajes; algunos casi desconocidos, otros con reconocimiento internacional.
Cuando nos metemos al vecindario dramatúrgico nos topamos con un número amplio, con obras con impacto mediático; todos con la ausencia de un estudio de su obra.
A pesar de lo que se dice, de las ricas excepciones a la regla, tenemos obras y autores, marcas en la escena nacional. A pesar de esto, continuamos con el montaje de autores de otras latitudes.
Autores como Rodolfo Usigli, Emilio Carballido, Vicente Leñero, Hugo Argüelles, Luisa Josefina Hernández, maestros todos de generaciones, de quienes, en mayor o menor medida se ha escrito de su trabajo.
Autores cuya obra han marcado épocas como Alejandro Licona, Leonor Azcarate, Sabina Berman, Maruxa Villalta, Oscar Villegas, Víctor Hugo Rascón Banda, Miguel Ángel Tenorio, Hugo Salcedo.
Autores con un estilo bien definido como Jorge Fabregas, Alejandro Ostoa, Felipe Galván, Tomás Urtusastegui, Guillermo Schmidhuber de la Mora, conocidos y no por la impericia de políticas públicas que lleven a la investigación y posteriormente a la valorización de su trabajo.
Vayamos entonces a la utopía, a pensar en una sociedad con valores, los cuales nos permitan revisar los patrimonios personales; considerar a estos personajes como valores, y no, exclusivamente los edificios.
Vayamos entonces a esa utopía en donde los comunicadores sepan reconocer los valores sin importar de quien es, o no, amigo. La utopía es posible.
José Ruiz Mercado
Dramaturgo, escritor, director, actor y docente.
Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Autor de numerosos libros de poesía, teatro, narrativa y ensayo.
Había una vez una sociedad en donde las salas estaban llenas cuando un dramaturgo estrenaba obra, la comunidad prefería estrenar, la prensa atenta, siempre a la espera. Pero sobre todo, en los promocionales, el crédito a la autoría, al elenco, estaba presente. Respeto al derecho al trabajo.
Inicio en la utopía. En la sociedad ideal. La de la sociedad de la comunicación en donde todos estamos en la globalidad del conocimiento. Utopía, sí, el respeto a las raíces, a la búsqueda, al encuentro de los lenguajes.
Utopía estudiada como posibilidad a partir de los estudiosos del socio lingüísmo. De las utopías han nacido las posibilidades del cambio. Nada está escrito; todo está dicho.
Dentro de dicha utopía se encuentra el estudio de los autores, el ubicarlos en su justo medio. Reconocer sus aportaciones, su estilística. Su vigencia. Sus antecedentes.
Crecemos por un acto social. No somos un acto biológico así nada más. Somos más, de ahí la trascendencia o el olvido. Nuestros actos son la socialización del hacer, del trabajo y, el conocimiento.
Los autores con trascendencia son aquellos cuya obra se fundamenta en un reconocerse en la temporalidad de la historia. Esto los hace vigentes/ ejemplos para otros.
México tiene autores. Con estilos diversos. Con mayor y menor trascendencia social. Con impacto mediático, con montajes; algunos casi desconocidos, otros con reconocimiento internacional.
Cuando nos metemos al vecindario dramatúrgico nos topamos con un número amplio, con obras con impacto mediático; todos con la ausencia de un estudio de su obra.
A pesar de lo que se dice, de las ricas excepciones a la regla, tenemos obras y autores, marcas en la escena nacional. A pesar de esto, continuamos con el montaje de autores de otras latitudes.
Autores como Rodolfo Usigli, Emilio Carballido, Vicente Leñero, Hugo Argüelles, Luisa Josefina Hernández, maestros todos de generaciones, de quienes, en mayor o menor medida se ha escrito de su trabajo.
Autores cuya obra han marcado épocas como Alejandro Licona, Leonor Azcarate, Sabina Berman, Maruxa Villalta, Oscar Villegas, Víctor Hugo Rascón Banda, Miguel Ángel Tenorio, Hugo Salcedo.
Autores con un estilo bien definido como Jorge Fabregas, Alejandro Ostoa, Felipe Galván, Tomás Urtusastegui, Guillermo Schmidhuber de la Mora, conocidos y no por la impericia de políticas públicas que lleven a la investigación y posteriormente a la valorización de su trabajo.
Vayamos entonces a la utopía, a pensar en una sociedad con valores, los cuales nos permitan revisar los patrimonios personales; considerar a estos personajes como valores, y no, exclusivamente los edificios.
Vayamos entonces a esa utopía en donde los comunicadores sepan reconocer los valores sin importar de quien es, o no, amigo. La utopía es posible.

Dramaturgo, escritor, director, actor y docente.
Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Autor de numerosos libros de poesía, teatro, narrativa y ensayo.
Comentarios
Publicar un comentario