Por José Ruiz Mercado.
Sí ¿Qué sucede con el público? Las trasformaciones sociales generan necesidades a las cuales los sectores de la población no cambian mecánicamente. Existe un proceso de asimilación lento el cual puede durar décadas o jamás darse por diversas circunstancias, en otros, es pronta.
De este pequeño grupo nacen las llamadas “vanguardias”, minoritarias, aparecen entonces obras con un marcado cambio, una parte se radicaliza a tal extremo que sólo un sector de época las considera. Son las obras de transición; en ocasiones, autores, los cuales se quedan para los especialistas.
Las obras y autores conocidos son quienes abrevan de los anteriormente mencionados y sus antecedentes. Existen autores iniciantes, radicales, quienes superan esta etapa y, un sector del público los reconoce como “vanguardia”.
En una primera lectura, el hablar del “público” es un error metodológico, tanto como decir de una obra como arte. Existen públicos, tantos como insuficiencias sociales existan.
La falla metodológica de los estudiantes de sociología, filosofía, comunicación, entre otras de las llamadas “humanísticas” es el idealismo educativo, la especialización, por lo tanto, son los que menos concurren a un evento artístico. Se habla de los bachilleres, pero, ese público al llegar (o salir de ese periodo) a la licenciatura, pocas veces llegan a asistir ¿Motivo? Son obligados.
Un error en las políticas públicas radica en hacer talleres para hacedores. Quizás la directriz fuera talleres de sensibilización para el arte dirigidos al público; nos estamos olvidando de que antes de hacer es necesario ver. Una de las funciones educativas debiera ser la sensibilización antes del hacer.
Carencia repetida una y otra vez, incluyendo el regalar boletos, en el caso de las artes escénicas, sin mencionar la educación familiar, en donde debiera ser el semillero educativo y continuando con la escolarizada bajo los preceptos del idealismo educativo.
A estas alturas del Siglo XXI continúa la creencia del arte como un hecho fortuito, pasatiempo caro para desocupados sociales. El artista hace una lectura de su cotidianeidad, reconoce a quienes lo anteceden porque sabe de sus aportaciones tanto como de la visión del mundo, tiene algo por decirle al otro; jamás se queda con la exploración interna, la hace tangible. No es un acto individual (para eso está la psicología) es un acto colectivo.
¿Qué queremos al hacer? ¿Tener gente o personas? Complejo esto del público, nos olvidamos del espectador. Nos olvidamos de hacer un estilo a cambio de tener gente. Nos olvidamos de la tarea del arte; búsqueda y encuentro, compromiso con el trabajo. Complejo esto del público. Más aún si no entendemos que antes que ser artista debiéramos ser espectadores. Entender dónde se pisa.
José Ruiz Mercado
Dramaturgo, escritor, director, actor y docente.
Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Autor de numerosos libros de poesía, teatro, narrativa y ensayo.
Sí ¿Qué sucede con el público? Las trasformaciones sociales generan necesidades a las cuales los sectores de la población no cambian mecánicamente. Existe un proceso de asimilación lento el cual puede durar décadas o jamás darse por diversas circunstancias, en otros, es pronta.
De este pequeño grupo nacen las llamadas “vanguardias”, minoritarias, aparecen entonces obras con un marcado cambio, una parte se radicaliza a tal extremo que sólo un sector de época las considera. Son las obras de transición; en ocasiones, autores, los cuales se quedan para los especialistas.
Las obras y autores conocidos son quienes abrevan de los anteriormente mencionados y sus antecedentes. Existen autores iniciantes, radicales, quienes superan esta etapa y, un sector del público los reconoce como “vanguardia”.
En una primera lectura, el hablar del “público” es un error metodológico, tanto como decir de una obra como arte. Existen públicos, tantos como insuficiencias sociales existan.
La falla metodológica de los estudiantes de sociología, filosofía, comunicación, entre otras de las llamadas “humanísticas” es el idealismo educativo, la especialización, por lo tanto, son los que menos concurren a un evento artístico. Se habla de los bachilleres, pero, ese público al llegar (o salir de ese periodo) a la licenciatura, pocas veces llegan a asistir ¿Motivo? Son obligados.
Un error en las políticas públicas radica en hacer talleres para hacedores. Quizás la directriz fuera talleres de sensibilización para el arte dirigidos al público; nos estamos olvidando de que antes de hacer es necesario ver. Una de las funciones educativas debiera ser la sensibilización antes del hacer.
Carencia repetida una y otra vez, incluyendo el regalar boletos, en el caso de las artes escénicas, sin mencionar la educación familiar, en donde debiera ser el semillero educativo y continuando con la escolarizada bajo los preceptos del idealismo educativo.
A estas alturas del Siglo XXI continúa la creencia del arte como un hecho fortuito, pasatiempo caro para desocupados sociales. El artista hace una lectura de su cotidianeidad, reconoce a quienes lo anteceden porque sabe de sus aportaciones tanto como de la visión del mundo, tiene algo por decirle al otro; jamás se queda con la exploración interna, la hace tangible. No es un acto individual (para eso está la psicología) es un acto colectivo.
¿Qué queremos al hacer? ¿Tener gente o personas? Complejo esto del público, nos olvidamos del espectador. Nos olvidamos de hacer un estilo a cambio de tener gente. Nos olvidamos de la tarea del arte; búsqueda y encuentro, compromiso con el trabajo. Complejo esto del público. Más aún si no entendemos que antes que ser artista debiéramos ser espectadores. Entender dónde se pisa.

Dramaturgo, escritor, director, actor y docente.
Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Autor de numerosos libros de poesía, teatro, narrativa y ensayo.
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