Por José Ruiz Mercado.
¿Quién pagaría la pequeña cantidad de $ 11,000.00 por una revista? De seguro sólo un aficionado excéntrico, me contestará de inmediato; más aún si la pregunta es más directa ¿Pagaría usted dicha cantidad por una revista de teatro?
La pregunta no es ociosa. Es real. En 1982/83, esto costaba la revista Escénica de la UNAM, una de las revistas emblemáticas del teatro mexicano. El número era el 14/15. El periodo de la devaluación en México. Usted dirá si la economía afecta a la difusión, no solamente del teatro, sino a la cultura toda.
En la Editorial de este número leímos: Durante catorce números de esta nueva época de la revista escénica, cuyo nombre conservamos por respeto a quienes nos precedieron y la fundaron. La integración de la memoria histórica.
Olga Harmony escribe en este número una reflexión acerca de la Dramaturgia y Dirección[1]Hace un recuento de obras y autores; menciona por ejemplo a Miguel Ángel Tenorio, con El hombre del Sureste, de acuerdo a sus comentarios, su mejor obra.
Aparecen en las primeras páginas (4/29) varias entrevistas a cargo de Elena Guiochins, Alegría Martínez y Morelos Torres a dramaturgos y directores reunidos en un artículo denominado: Del Escritorio al Escenario.
Ahí leemos a Hugo Argüelles, Sabina Berman, Carmen Boullosa, Jaime Chabaud, José Ramón Enríquez, Jesús González Dávila, Vicente Leñero, Otto Minera, Carlos Olmos, Víctor Hugo Rascón Banda, Ignacio Solares, Carlos Solórzano, Tomás Urtusástegui, a quienes se les pregunta acerca de su función dramatúrgica.
Las preguntas van, desde la visión a los orígenes del teatro mexicano para con esto sustentar la obra, la diferencia entre los diferentes géneros literarios, hasta las fallas educativas.
Revisar las páginas de este número nos permite, no exclusivamente revisar la historia económica del país, sino ver el proceso de las necesidades de la escena ¿Qué tanto ha cambiado? Desde sus conceptos hasta los elementos para la conformación de un teatro sano con todos sus elementos.
Los documentos de la historia; revisión, análisis, en algún momento reestructuración de la conciencia, porque no es la anécdota lo que cuenta, ni el recuerdo fallido de otro tiempo.
La historia, nuestra historia, la escribimos a diario, los documentos, aún los personales, nos permiten retomar nuestro presente para construir un futuro promisorio.
En este número Sabina Berman, Carmen Boullosa, Vicente Leñero, Víctor Hugo Rascón Banda, Ignacio Solares, Tomás Urtusástegui, comentan la profesionalización del dramaturgo, la diferencia de los lenguajes literarios, el conocimiento, factor indispensable en cada género.
Rompen el mito que nos ha llevado a la fecha a la pobreza y, en más de una ocasión, a la pauperización del escritor en aras de que cualquiera lo puede hacer.
Cada historia, cada personaje, requiere de un tratamiento especial. Comenta Carmen Boullosa: En el teatro todo se da por lo que los personajes dicen (… )
La novela en cambio, puede aceptar personajes de otra naturaleza, con otros recursos.
Jaime Chabaud recalca la necesidad de investigar: En este país el rescate de materiales pretéritos que nos indiquen de que se trató el proceso de la creación dramática a lo largo de estos cinco siglos de dramaturgia, ha sido mínimo. En las escuelas, nos hallamos con una carencia de materiales, un desconocimiento de las corrientes que imperaron en tal o cual época; se ignoran sucesos para la comprensión de nuestra historia. Por ejemplo, que el cura Hidalgo era teatrero: tradujo a Racine y a Moliere y los representó en su parroquia. Lástima que hayan acabado con muchos de sus documentos, porque nos podríamos encontrar con otra sorpresa: que hubiera sido dramaturgo.
[1] En este artículo (Págs. 33/34) Olga hace mención a la corriente de moda para esas fechas: el posmodernismo
José Ruiz Mercado
Dramaturgo, escritor, director, actor y docente.
Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Autor de numerosos libros de poesía, teatro, narrativa y ensayo.
¿Quién pagaría la pequeña cantidad de $ 11,000.00 por una revista? De seguro sólo un aficionado excéntrico, me contestará de inmediato; más aún si la pregunta es más directa ¿Pagaría usted dicha cantidad por una revista de teatro?
La pregunta no es ociosa. Es real. En 1982/83, esto costaba la revista Escénica de la UNAM, una de las revistas emblemáticas del teatro mexicano. El número era el 14/15. El periodo de la devaluación en México. Usted dirá si la economía afecta a la difusión, no solamente del teatro, sino a la cultura toda.
En la Editorial de este número leímos: Durante catorce números de esta nueva época de la revista escénica, cuyo nombre conservamos por respeto a quienes nos precedieron y la fundaron. La integración de la memoria histórica.
Olga Harmony escribe en este número una reflexión acerca de la Dramaturgia y Dirección[1]Hace un recuento de obras y autores; menciona por ejemplo a Miguel Ángel Tenorio, con El hombre del Sureste, de acuerdo a sus comentarios, su mejor obra.
Aparecen en las primeras páginas (4/29) varias entrevistas a cargo de Elena Guiochins, Alegría Martínez y Morelos Torres a dramaturgos y directores reunidos en un artículo denominado: Del Escritorio al Escenario.
Ahí leemos a Hugo Argüelles, Sabina Berman, Carmen Boullosa, Jaime Chabaud, José Ramón Enríquez, Jesús González Dávila, Vicente Leñero, Otto Minera, Carlos Olmos, Víctor Hugo Rascón Banda, Ignacio Solares, Carlos Solórzano, Tomás Urtusástegui, a quienes se les pregunta acerca de su función dramatúrgica.
Las preguntas van, desde la visión a los orígenes del teatro mexicano para con esto sustentar la obra, la diferencia entre los diferentes géneros literarios, hasta las fallas educativas.
Revisar las páginas de este número nos permite, no exclusivamente revisar la historia económica del país, sino ver el proceso de las necesidades de la escena ¿Qué tanto ha cambiado? Desde sus conceptos hasta los elementos para la conformación de un teatro sano con todos sus elementos.
Los documentos de la historia; revisión, análisis, en algún momento reestructuración de la conciencia, porque no es la anécdota lo que cuenta, ni el recuerdo fallido de otro tiempo.
La historia, nuestra historia, la escribimos a diario, los documentos, aún los personales, nos permiten retomar nuestro presente para construir un futuro promisorio.
En este número Sabina Berman, Carmen Boullosa, Vicente Leñero, Víctor Hugo Rascón Banda, Ignacio Solares, Tomás Urtusástegui, comentan la profesionalización del dramaturgo, la diferencia de los lenguajes literarios, el conocimiento, factor indispensable en cada género.
Rompen el mito que nos ha llevado a la fecha a la pobreza y, en más de una ocasión, a la pauperización del escritor en aras de que cualquiera lo puede hacer.
Cada historia, cada personaje, requiere de un tratamiento especial. Comenta Carmen Boullosa: En el teatro todo se da por lo que los personajes dicen (… )
La novela en cambio, puede aceptar personajes de otra naturaleza, con otros recursos.
Jaime Chabaud recalca la necesidad de investigar: En este país el rescate de materiales pretéritos que nos indiquen de que se trató el proceso de la creación dramática a lo largo de estos cinco siglos de dramaturgia, ha sido mínimo. En las escuelas, nos hallamos con una carencia de materiales, un desconocimiento de las corrientes que imperaron en tal o cual época; se ignoran sucesos para la comprensión de nuestra historia. Por ejemplo, que el cura Hidalgo era teatrero: tradujo a Racine y a Moliere y los representó en su parroquia. Lástima que hayan acabado con muchos de sus documentos, porque nos podríamos encontrar con otra sorpresa: que hubiera sido dramaturgo.
[1] En este artículo (Págs. 33/34) Olga hace mención a la corriente de moda para esas fechas: el posmodernismo

Dramaturgo, escritor, director, actor y docente.
Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Autor de numerosos libros de poesía, teatro, narrativa y ensayo.
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