Por José Ruiz Mercado.
Por muchos años se ha manejado el concepto de provincia. Desde la visión romántica tan gustada por la ideología de los grupos hegemónicos, esos espacios en donde pareciera no haber transcurrido el tiempo, la nostalgia turística de fin de semana, hasta la minimizante.
El concepto de provincia tiene muchas acepciones en la actualidad. Desde su significado etimológico proveniente del latín, el cual se refiere a las estructuras del Estado romano, el cual constituye al territorio conquistado por el imperio fuera de Italia. Lo cual implica una dependencia con respecto del conquistador.
Luego, entonces, hablar de provincia es hablar de una dependencia con el poder central. Recordemos las bases del Derecho Romano y todo lo que conlleva. Si nos vamos más lejos, sin entrar a polémica, la declinación latina nos lleva a providencia y, si continuamos con la historia, estos territorios conquistados tenían la figura del cónsul, y la del subcónsul. El primero con un poder político, en donde, cuando un problema no se resolvía con el segundo, se buscaba la providencia del primero.
A la caída del Imperio Romano algunas formas se trasformaron. La Iberia, en sus guerras contra los moros se perpetuo con Castilla la vieja centralizando el poder en relación al territorio conquistado. Así escuchamos los conceptos de la provincia andaluza, la gallega, la portuguesa; todas con sus idiomas, sus etnias, sus luchas de liberación. La literatura ibérica nos da fiel cuenta de esto. Desde la poesía mozárabe de la alta Edad Media hasta la actual.
Con la conquista los problemas políticos de Castilla se heredaron acorde al territorio. Los lingüísticos también. No hay mejor conquista que la realizada por el lenguaje. La lengua única, el buen hablar. El hablar con propiedad, las diferencias clasificatorias entre el idioma y el dialecto.
Los estudiosos del teatro mexicano, entre otros Rodolfo Usigli, han sido ciertos en su afirmación del estudio de la obra de Juan Ruiz de Alarcón para comprender la escena actual. No tanto por su temática, sino para comprender el pluralismo lingüístico y la etnicidad.
Estudiar a un autor por su temática es quedarnos en la superficie. Lo importante de la obra es su tratamiento, el como utiliza las herramientas de la escena, de la literatura. El lenguaje todo.
Regresando al concepto provincia, en el México actual, en su visión peyorativa, tenemos, desde la inocencia provinciana, la cual se ve, desde el lenguaje entrecomillado del personaje, hasta la prostitución legitimada.
Ejemplos los tenemos. La novela multicitada de Federico Gamboa: Santa, con su respectiva versión cinematográfica, pasando por la música popular en los ejemplos de Agustín Lara; sin olvidarnos de algunos autores añorantes ideológicos del pasado indígena y la paz de las buenas conciencias provincianas. Y por supuesto, al personaje de la India María.
Se me viene a la memoria una obra, la cual tuvo varias versiones, en sus montajes: Los arrieros con sus burros por la hermosa capital, de Willebaldo López.
Toda obra es un objeto de estudio. Contiene una estructura de pensamiento, de conocimiento. No es saber de qué trata, sino como lo trata. Es la aportación al mundo hecha por el autor. La obligación del analista es la interpretación de ese mundo.
En el teatro, ese analista primero es el director, luego los actores. Una tarea de conjunto. Después viene el público, que si bien, no tiene la obligación de saber los cómo y los por qué, entre más informado y menos ideologizado esté mejor; luego vendrá el crítico teatral, cuya obligación es la de tener las herramientas de análisis suficientes y una aptitud ética. Lo mediático permite vivir, pero también olvidar. Eso jamás debe olvidar el analista de los medios.
Dice un gran amigo mío: El error de los médicos está en los panteones y, bueno, todos vamos a morir. El error de los críticos está en las redes sociales y, bueno, no todos le entramos al Internet.
Hay que saber donde se pisa.
José Ruiz Mercado
Dramaturgo, escritor, director, actor y docente.
Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Autor de numerosos libros de poesía, teatro, narrativa y ensayo.
Por muchos años se ha manejado el concepto de provincia. Desde la visión romántica tan gustada por la ideología de los grupos hegemónicos, esos espacios en donde pareciera no haber transcurrido el tiempo, la nostalgia turística de fin de semana, hasta la minimizante.
El concepto de provincia tiene muchas acepciones en la actualidad. Desde su significado etimológico proveniente del latín, el cual se refiere a las estructuras del Estado romano, el cual constituye al territorio conquistado por el imperio fuera de Italia. Lo cual implica una dependencia con respecto del conquistador.
Luego, entonces, hablar de provincia es hablar de una dependencia con el poder central. Recordemos las bases del Derecho Romano y todo lo que conlleva. Si nos vamos más lejos, sin entrar a polémica, la declinación latina nos lleva a providencia y, si continuamos con la historia, estos territorios conquistados tenían la figura del cónsul, y la del subcónsul. El primero con un poder político, en donde, cuando un problema no se resolvía con el segundo, se buscaba la providencia del primero.
A la caída del Imperio Romano algunas formas se trasformaron. La Iberia, en sus guerras contra los moros se perpetuo con Castilla la vieja centralizando el poder en relación al territorio conquistado. Así escuchamos los conceptos de la provincia andaluza, la gallega, la portuguesa; todas con sus idiomas, sus etnias, sus luchas de liberación. La literatura ibérica nos da fiel cuenta de esto. Desde la poesía mozárabe de la alta Edad Media hasta la actual.
Con la conquista los problemas políticos de Castilla se heredaron acorde al territorio. Los lingüísticos también. No hay mejor conquista que la realizada por el lenguaje. La lengua única, el buen hablar. El hablar con propiedad, las diferencias clasificatorias entre el idioma y el dialecto.
Los estudiosos del teatro mexicano, entre otros Rodolfo Usigli, han sido ciertos en su afirmación del estudio de la obra de Juan Ruiz de Alarcón para comprender la escena actual. No tanto por su temática, sino para comprender el pluralismo lingüístico y la etnicidad.
Estudiar a un autor por su temática es quedarnos en la superficie. Lo importante de la obra es su tratamiento, el como utiliza las herramientas de la escena, de la literatura. El lenguaje todo.
Regresando al concepto provincia, en el México actual, en su visión peyorativa, tenemos, desde la inocencia provinciana, la cual se ve, desde el lenguaje entrecomillado del personaje, hasta la prostitución legitimada.
Ejemplos los tenemos. La novela multicitada de Federico Gamboa: Santa, con su respectiva versión cinematográfica, pasando por la música popular en los ejemplos de Agustín Lara; sin olvidarnos de algunos autores añorantes ideológicos del pasado indígena y la paz de las buenas conciencias provincianas. Y por supuesto, al personaje de la India María.
Se me viene a la memoria una obra, la cual tuvo varias versiones, en sus montajes: Los arrieros con sus burros por la hermosa capital, de Willebaldo López.
Toda obra es un objeto de estudio. Contiene una estructura de pensamiento, de conocimiento. No es saber de qué trata, sino como lo trata. Es la aportación al mundo hecha por el autor. La obligación del analista es la interpretación de ese mundo.
En el teatro, ese analista primero es el director, luego los actores. Una tarea de conjunto. Después viene el público, que si bien, no tiene la obligación de saber los cómo y los por qué, entre más informado y menos ideologizado esté mejor; luego vendrá el crítico teatral, cuya obligación es la de tener las herramientas de análisis suficientes y una aptitud ética. Lo mediático permite vivir, pero también olvidar. Eso jamás debe olvidar el analista de los medios.
Dice un gran amigo mío: El error de los médicos está en los panteones y, bueno, todos vamos a morir. El error de los críticos está en las redes sociales y, bueno, no todos le entramos al Internet.
Hay que saber donde se pisa.

Dramaturgo, escritor, director, actor y docente.
Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Autor de numerosos libros de poesía, teatro, narrativa y ensayo.
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