Por José Ruiz Mercado
La educación escolarizada y, después la certificación de la misma, implica generar la necesidad de investigación. Cuando cumple con esto está ejerciendo su función elemental. Sin embargo, sólo unos cuántos lo reconocen al salir de la escuela.
La necesidad de revisar la historia nos lleva a comprender el proceso de los gustos, tanto de los hacedores de la escena, como del público, porque alguna vez somos público y, la historia no es un objeto aislado; la hacemos, la vivimos, nos reconocemos en ella.
Por ello remito al lector a la revisión de tres libros fundamentales, el ya citado de Allan Lewis (El Teatro Moderno), Teatro Moderno, de John Gassner y, Teoría y Técnica de la Dramaturgia, de John Howard Lawson, los tres escritos entre 1949 y 1956.
Coincidencia, casualidad, o sencillamente el cambio de pensamiento provocado por las circunstancias socio-económicas y, con esto, olvidarnos de la reflexión. Lo cierto es que, tanto Lewis y Howard fueron perseguidos políticos por su Gobierno. El caso Gassner tuvo otro tenor; catedrático en varias universidades, se dedicó a la investigación de la escena.
Los tres coinciden en dos elementos primordiales. El teatro tiene una relación estrecha, al ser un elemento vivo, con la cultura, la economía, la religión del pueblo en dónde nace.
La segunda, el grado de competividad, la visión de los dramaturgos ante los cambios sociales. En una de sus páginas argumentan el como, los autores franceses se ganaron la atención de Broadway. Hablamos entonces de los autores existencialistas y el absurdo.
Hoy hablamos de la globalización. En los años cincuenta se empieza a hablar de la dependencia. Ya para la siguiente década la corriente del existencialismo fue una propuesta que se dejó ver en todo, y los autores del absurdo francés una revisión al teatro.
Ignacio Arriola Haro fue clave en sus propuestas en los sesenta. Diego Figueroa en los cincuenta. Ambos ganan el Premio Jalisco. Diego inaugura este premio.
Ambos son básicos para el proceso de la escena tapatía. Diego hace la propuesta de profesionalizar el teatro a partir de la escolarización. Se abre la carrera de actuación. Son varios los personajes que dieron origen a la entonces escuela de artes y oficios, la cual posteriormente se llamó Escuela de Artes Plásticas y, hoy día se transforma en el Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño.
Así la historia. Mejor aún, la conciencia histórica, la cual, nos remite (permite) reconocernos, entender los cambios, sabernos parte, entender la sociedad en la cual vivimos, reconocer a quienes nos precedieron, a entender el por qué estamos aquí. Y en el teatro, como en todas las artes, ubicarnos en ese halo humanista de lo estético.
Quien no sabe en donde pisa, quiere volar. Quién reconoce el piso vuela muy alto.
José Ruiz Mercado
Dramaturgo, escritor, director, actor y docente.
Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Autor de numerosos libros de poesía, teatro, narrativa y ensayo.
La educación escolarizada y, después la certificación de la misma, implica generar la necesidad de investigación. Cuando cumple con esto está ejerciendo su función elemental. Sin embargo, sólo unos cuántos lo reconocen al salir de la escuela.
La necesidad de revisar la historia nos lleva a comprender el proceso de los gustos, tanto de los hacedores de la escena, como del público, porque alguna vez somos público y, la historia no es un objeto aislado; la hacemos, la vivimos, nos reconocemos en ella.
Por ello remito al lector a la revisión de tres libros fundamentales, el ya citado de Allan Lewis (El Teatro Moderno), Teatro Moderno, de John Gassner y, Teoría y Técnica de la Dramaturgia, de John Howard Lawson, los tres escritos entre 1949 y 1956.
Coincidencia, casualidad, o sencillamente el cambio de pensamiento provocado por las circunstancias socio-económicas y, con esto, olvidarnos de la reflexión. Lo cierto es que, tanto Lewis y Howard fueron perseguidos políticos por su Gobierno. El caso Gassner tuvo otro tenor; catedrático en varias universidades, se dedicó a la investigación de la escena.
Los tres coinciden en dos elementos primordiales. El teatro tiene una relación estrecha, al ser un elemento vivo, con la cultura, la economía, la religión del pueblo en dónde nace.
La segunda, el grado de competividad, la visión de los dramaturgos ante los cambios sociales. En una de sus páginas argumentan el como, los autores franceses se ganaron la atención de Broadway. Hablamos entonces de los autores existencialistas y el absurdo.
Hoy hablamos de la globalización. En los años cincuenta se empieza a hablar de la dependencia. Ya para la siguiente década la corriente del existencialismo fue una propuesta que se dejó ver en todo, y los autores del absurdo francés una revisión al teatro.
Ignacio Arriola Haro fue clave en sus propuestas en los sesenta. Diego Figueroa en los cincuenta. Ambos ganan el Premio Jalisco. Diego inaugura este premio.
Ambos son básicos para el proceso de la escena tapatía. Diego hace la propuesta de profesionalizar el teatro a partir de la escolarización. Se abre la carrera de actuación. Son varios los personajes que dieron origen a la entonces escuela de artes y oficios, la cual posteriormente se llamó Escuela de Artes Plásticas y, hoy día se transforma en el Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño.
Así la historia. Mejor aún, la conciencia histórica, la cual, nos remite (permite) reconocernos, entender los cambios, sabernos parte, entender la sociedad en la cual vivimos, reconocer a quienes nos precedieron, a entender el por qué estamos aquí. Y en el teatro, como en todas las artes, ubicarnos en ese halo humanista de lo estético.
Quien no sabe en donde pisa, quiere volar. Quién reconoce el piso vuela muy alto.

Dramaturgo, escritor, director, actor y docente.
Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Autor de numerosos libros de poesía, teatro, narrativa y ensayo.
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