Por José Ruiz Mercado
Cuántos caminos, cuántas diferencias y similitudes para llegar al corazón del hecho escénico, para entender las necesidades socio-históricas del público y, por supuesto de la escena.
El teatro, se dice, es un acercamiento en directo con el público. Sin embargo, no todo público teatral es para todas las obras. Error decir en la publicidad para todo público. Existen individuos con gustos diferentes.
La educación nos ha llevado a generalizar. A repetir esquemas; a idealizar. A negar nuestra historia, a generarnos mitos. A creer en un nosotros como el principio y fin de todo.
En esta creencia nos desentendemos de las circunstancias externas, del como llegamos aquí. El yo egocéntrico nos lleva a la isla urbana. Desconocemos el significado de la etnocultura; el sentido de país, lo histórico, todo lo entendemos como el universo de lo conocido. Nuestro pequeño mundo. Así, teatro es el que hacemos.
La educación idealista recibida, la ausencia de la sociología, nos impide ver más allá. Nos faltan caminos. México continúa en la dependencia, por eso nuestra educación también, por lo mismo, nuestra educación está lejos de una visión científica y, nuestros gustos se ideologizan.
¿Quién estuvo antes de Rodolfo Usigli? ¿Quiénes y cuáles fueron las aportaciones de los pirandellos? ¿Y el teatro de la Revolución? ¿En dónde queda Marcelino Dávalos?
Todo se nos da aislado. Desconocemos las causas. Sólo vemos la punta del iceberg. Lo peor, la escuela nos deja un sabor de privilegio. El cual, si nos damos cuenta, cuando salimos, inicia el verdadero conocimiento.
Rodolfo Usigli, en su obra ensayística, escribió acerca de la importancia de leer a Juan Ruiz de Alarcón para entender el teatro mexicano, del barroquismo de nuestra cultura actual.
Seki Sano nos presentó a Stanislavski, a Meyerhold; las técnicas de actuación más adelantadas en su momento. Fernando Wagner hasta escribió un libro fundamental aún buscado por sus excelentes aportaciones. Pero faltaba un teórico. Alguien que estudiara la historia del hecho escénico. Allan Lewis contribuyó en este aspecto.
Allan era doctor en filosofía por la Universidad de Stanford; fue jefe del Departamento de Artes Teatrales del Bennigton College Vermont. Todo en la época del Macartísmo en Estados Unidos, después de la segunda guerra mundial. De ideas socialistas, fue deportado de su país natal por considerarlo un peligro.
A su llegada a México, fue profesor de historia del teatro en la UNAM. Era el periodo de Adolfo López Mateos. Publicó dos libros, uno en Porrua, el año de 1954: El Teatro Moderno. Con esto se generó la propuesta completa en la educación. Fue deportado de México por las mismas causas.
Como dato curioso Google no lo tiene registrado, pero sí, a un beisbolista. En amazon.es, el libro antes citado cuesta 14 euros. Así las cosas. Seguimos con miedo a pensar. Aún nos faltan muchos caminos por recorrer.
José Ruiz Mercado
Dramaturgo, escritor, director, actor y docente.
Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Autor de numerosos libros de poesía, teatro, narrativa y ensayo.
Cuántos caminos, cuántas diferencias y similitudes para llegar al corazón del hecho escénico, para entender las necesidades socio-históricas del público y, por supuesto de la escena.
El teatro, se dice, es un acercamiento en directo con el público. Sin embargo, no todo público teatral es para todas las obras. Error decir en la publicidad para todo público. Existen individuos con gustos diferentes.
La educación nos ha llevado a generalizar. A repetir esquemas; a idealizar. A negar nuestra historia, a generarnos mitos. A creer en un nosotros como el principio y fin de todo.
En esta creencia nos desentendemos de las circunstancias externas, del como llegamos aquí. El yo egocéntrico nos lleva a la isla urbana. Desconocemos el significado de la etnocultura; el sentido de país, lo histórico, todo lo entendemos como el universo de lo conocido. Nuestro pequeño mundo. Así, teatro es el que hacemos.
La educación idealista recibida, la ausencia de la sociología, nos impide ver más allá. Nos faltan caminos. México continúa en la dependencia, por eso nuestra educación también, por lo mismo, nuestra educación está lejos de una visión científica y, nuestros gustos se ideologizan.
¿Quién estuvo antes de Rodolfo Usigli? ¿Quiénes y cuáles fueron las aportaciones de los pirandellos? ¿Y el teatro de la Revolución? ¿En dónde queda Marcelino Dávalos?
Todo se nos da aislado. Desconocemos las causas. Sólo vemos la punta del iceberg. Lo peor, la escuela nos deja un sabor de privilegio. El cual, si nos damos cuenta, cuando salimos, inicia el verdadero conocimiento.
Rodolfo Usigli, en su obra ensayística, escribió acerca de la importancia de leer a Juan Ruiz de Alarcón para entender el teatro mexicano, del barroquismo de nuestra cultura actual.
Seki Sano nos presentó a Stanislavski, a Meyerhold; las técnicas de actuación más adelantadas en su momento. Fernando Wagner hasta escribió un libro fundamental aún buscado por sus excelentes aportaciones. Pero faltaba un teórico. Alguien que estudiara la historia del hecho escénico. Allan Lewis contribuyó en este aspecto.
Allan era doctor en filosofía por la Universidad de Stanford; fue jefe del Departamento de Artes Teatrales del Bennigton College Vermont. Todo en la época del Macartísmo en Estados Unidos, después de la segunda guerra mundial. De ideas socialistas, fue deportado de su país natal por considerarlo un peligro.
A su llegada a México, fue profesor de historia del teatro en la UNAM. Era el periodo de Adolfo López Mateos. Publicó dos libros, uno en Porrua, el año de 1954: El Teatro Moderno. Con esto se generó la propuesta completa en la educación. Fue deportado de México por las mismas causas.
Como dato curioso Google no lo tiene registrado, pero sí, a un beisbolista. En amazon.es, el libro antes citado cuesta 14 euros. Así las cosas. Seguimos con miedo a pensar. Aún nos faltan muchos caminos por recorrer.

Dramaturgo, escritor, director, actor y docente.
Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Autor de numerosos libros de poesía, teatro, narrativa y ensayo.
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